Flor de farola

 

 

 

 

 

Mensaje en una cabina

José Antonio Millán

número: 3
tamaño: 14,5 cm de ancho x 10,5 de alto
medio: manuscrito en mayúsculas
transmisión: fotocopia
lugar: interior de cabina telefónica: dentro de un cristal
localización: Madrid, Plaza de Manuel Becerra (conocida popularmente como "Plaza de Roma")
fecha: 2 de marzo de 1993
comentario:  
¡Cómo estaba Pedro esa tarde de sábado! ¡Cómo estaba cualquier sábado, o cualquier otro día, si a eso vamos!

Pedro estaba muy triste. Pedro estaba con muchas ganas de amistad, o ¾seamos claros, pues él mismo lo es¾ de amistad íntima. Cualquier lector de anuncios por palabras de un periódico (y sin duda, nuestro amigo lo era) sabe lo que eso significa. Significa sexo.

Si la Retórica clásica recomendaba empezar una exposición utilizando la captatio benevolentiae, halagos destinados a ganarse la voluntad del oyente, este mensaje aparece acogiéndose a la figura contraria ¾que ahora mismo no sé cómo se llama¾: terribles imprecaciones dirigidas precisamente a aquellas de quienes se quiere algo.

Al excesivamente genérico y vago encabezamiento, "Mensaje" (que remite a un procedimiento antiguo: cartas en botellas, aves mensajeras) se adjunta inmediatamente el destinatario, al que se interpela en segunda persona femenina del singular: "vosotras", y además jovenes, "las chicas". La retahila de improperios que sigue entronca muy directamente con un género misógino triunfante en el siglo XV, y en muchos momentos anteriores y posteriores. De hecho, los insultos y reproches son similares a los que se pueden leer en el Corbacho, ahora curiosamente redivivos en ese Madrid de discotecas. Y son: que no tienen sentimientos, o sea, en metonimia, "corazón" ("entrañas", remacha Pedro acogiéndose al bolero). Lamentablemente, lo literario va cegando progresivamente la expresión: ¿qué significa "amaneradas" o "embrutecidas"?

Pronto lo comprenderemos: "pasáis [...] de mí". ¡A Pedro las chicas no le hacen caso! Al castizo y un tanto cheli "pasar de uno" le incrusta además en el centro un sentido heptasílabo "despreciativamente ": no sólo pasan de él, sino con recochineo.

El resultado salta a la vista, y constituye uno de los aspectos más llamativos de este mensaje: tras la sarta de tópicos ("hundido, solo, sin ilusión") viene un grito de rabia autorreferencial: se encuentra "poniendo cartelitos un sábado por la noche". Fijémonos por un momento en el diminutivo: "cartelitos" no alude al pequeño tamaño del pasquín, no. Es un terrible despectivo que disminuye, infantiliza, el propio mensaje. "Sábado por la noche" es un espacio adulto, prometedor, insinuante ("Fiebre del", etc.). ¡Y Pedro lo dedica a poner "cartelitos"!

Luego, la "amiga íntima"... Ya está dicho todo. "Que me comprenda", "cariño" y "ternura", para disimular.

Recapitulemos: grito de llamada; destinatarias: malas; él, Pedro, hundido, haciendo tonterías; quiere una amiga. No se entiende muy bien la secuencia: ¿como sois malas, yo hundido, luego sed buenas (conmigo)? ¿Para qué? ¿Para que él ya no esté hundido? ¿Y a quién le importa?

Arriesgado ejercicio. En el fondo lo que late es una gran confianza en la compasión del sexo débil. Compasión. No se apela a otra cosa. Este mensaje encerrado en el cristal de una cabina que flota en el proceloso mar de la noche de Sábado ni siquiera hace propaganda del remitente (¿guapo, apuesto, dispuesto a dar torrentes de cariño, incluso rico?). Nada sabemos.

Luego, detalles prácticos: nombre, Apartado de Correos (¿abierto exclusivamente para este fin?: seguro que sí) y la coda: "no es una broma pesada". Añadida al final, con las letras apretadas en el último resquicio.¡Por Dios! ¿Por qué iba a ser semejante despliegue una broma pesada?

Contraviniendo las normas no escritas de esta sección, he dejado visible el número del Apartado de Correos. ¿Quién sabe? Han pasado tres años, pero puede que Pedro aún siga buscando lo que no encontró, y en ese caso algún alma caritativa y femenina aún podría intentar retomar el hilo de este mensaje (ahora en las tripas de un servidor en el Medio Oeste americano), y portarse de una manera menos amanerada o embrutecida.

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