Diccionario del insulto

 

José Antonio Millán

 

 Juan de Dios Luque, Antonio Pamies,
Francisco José Manjón
Diccionario del insulto
Barcelona. Península. 2000
488 páginas

De los mismos autores, El arte del insulto. Estudio lexicográfico Reseña

A la Página de los insultos

 

 

Entre las más de cinco mil expresiones reunidas en este diccionario predominan los dictámenes psiquiátricos (de tonto en adelante), las referencias a las costumbres sexuales (maricón, o puta) y la larga estirpe de alusiones a los progenitores (de hijo de puta para arriba).

Aparte del indudable interés de la recopilación, la obra presenta zonas problemáticas. Una de ellas es que no acaba de diferenciar entre insultos propiamente dichos, y descripciones derogatorias o palabras que se refieren a comportamientos delictivos o reprobables. Por ejemplo: ¿qué pintan en un inventario de insultos palabras como jorobado, alopécico, mandamás o secesionista...? ¿O por qué figura "jamonero: perista, comprador de objetos robados (Cuba)"? La cita que ilustra esta última palabra es la siguiente "Un hermano estaba preso por fachista y otro por jamonero", en la que no hay insulto precisamente

En terreno más ambiguo está el amplísimo conjunto de enunciados que en ciertas condiciones pueden constituir un insulto. Por ejemplo, marxista: "sólo es insulto para aquel que no lo es, como todos los insultos ideológicos". El tema (de mucho interés) sólo se apunta en esta entrada, y no está desarrollado...

Las entradas tienen la siguiente estructura: primero el lema, luego la definición, seguida del origen. A continuación hay citas que ilustran los usos.

Las definiciones a veces son objetivas, pero en otras ocasiones se recurre a un sinónimo de parecido registro, y muchas veces hay comentarios extraños, o pretendidamente humorísticos. El siguiente ejemplo reproduce ambos casos: "Seboso: gordinflas, obeso, con la grasa rezumándole por los poros". El origen de las expresiones es explicado de forma irregular, a veces conjetural o descuidada: en se te ha ido la olla se explica como "metáfora que relaciona la locura con la ausencia de algo que se ha ido" (!, cursiva mía). O este otro ejemplo: "Peñazo: Pelmazo <analogía con los efectos de un ’peñazo’ que nos hayan arreado".

La alfabetización es muchas veces errática. La rica serie de "cagarse en..." aparece en la m (me cago en tu estampa). Las comparaciones festivas (más puta que las gallinas) están también en la m de más, en vez de en el correspondiente calificativo. En vez de olla, írsele a alguien la —, la expresión aparece alfabetizada en la s, como se te ha ido la olla.

Aparte del nutrido conjunto de insultos directos de nuestra lengua y algunos americanismos, la obra acierta al presentar también expresiones aparentemente más ambiguas, como menuda pieza, o a ese hay que echarle de comer aparte (por cierto, ¡alfabetizada en hay!).

Última versión, 7 de junio del 2000

 

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