Hable la boca
Divagaciones lexicográficas
escritas por algunos ingenios de esta Corte –y adyacentes–,
con grave descuido de sus obligaciones profesionales y familiares,
lo que les mueve a cobijarse bajo pseudónimos pretendidamente opacos.

(Debe su nombre al dicho recogido por Correas:
«Hable la boca y estén quedas las manos»)

Llovizna, lloviznar

Perico el de los Palotes I

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Durante casi un siglo los escolares chilenos han aprendido de memoria unos versos que se titulan «Tarde en el Hospital», y comienzan así:

Sobre el campo el agua mustia
cae fina, grácil, leve;
con el agua cae angustia:
llueve.

Su autor se llamaba Carlos Pezoa Véliz y compuso el poema en 1907, meses antes de morir.

Un lluvia que cae «mustia… fina, grácil, leve», es cambiando lo que haya que cambiar, una ‘llovizna’ («Lluvia menuda que cae blandamente», define el DRAE, y de ella lloviznar, «Caer lluvia menuda»). En la tarde memorada por Pezoa Véliz no está lloviendo, sino lloviznando; pero sin duda los versos perderían mucho si cambiáramos un verbo por otro.

Es curioso, porque las palabras que nombran la llovizna suelen ser eufónicas (y a veces onomatopéyicas). Esas palabras son muchas; el Diccionario de la Real Academia recoge diecinueve, que enumero con sus definiciones actuales y comento brevemente, para después –concluidas las entradas y los comentarios– hacer algunas observaciones finales.

aguarrada. 1. f. Lluvia ligera y de corta duración. Aunque en algunos lugares la ‘aguarrada’ no es precisamente ligera, y la lluvia que lo es y, al tiempo, dura poco, se denomina aguarradilla; y en otros la ‘aguarrada’ es el «rocío desapacible que suele caer durante las mañanas invernales» (http://www.terra.es/personal/sansol/dichos.htm).

bajareque. 3. Pan. Llovizna menuda que cae en sitios altos. La acepción más extendida de ‘bajareque’ en todo el Caribe es la de ‘pared de cañas y barro’ (y la choza con ellas construida), que recoge el DRAE en primer y segundo lugar; pero en Boquete, Panamá, es una finísima llovizna, acompañada de una brisa fresca, que suele producir arcoiris alabados por lugareños y visitantes.

calabobos. De calar 2 y bobo. 1. m. coloq. Llovizna pertinaz. El Diccionario de Autoridades la definía como «Lluvia menúda, que por parecer que no mojará mucho, por la suavidad con que cae, se empeñan los poco advertidos en hacer jornáda, y llegan calados y hechos una sopa»; se trata, de una definición descriptiva del efecto de la cosa nombrada, semejante a la denominación chilena de la lluvia primaveral: matapajaritos, y al académico matapolvo.

cernidillo. d. de cernido. 1. m. Lluvia muy menuda. La descripción metafórica es otro recurso recurrente de denominación; aquí se compara la llovizna con una «Cosa cernida», y principalmente con «harina cernida para hacer el pan: como en harinear ‘lloviznar’, en Venezuela –¿y en Andalucía?– que compara las finas gotas con la ‘harina’, («Polvo que resulta de la molienda del trigo o de otras semillas»), o en chispear en Chile o España (‘chispa’, entre sus acepciones, tiene ya la de «Gota de lluvia menuda y escasa»). Por igual procedimiento, a la llovizna muy fina, en Costa Rica, se la llama pelo de gato.

cilampa. Del quechua tzirapa, llovizna. 1. f. C. Rica y El Salv. llovizna. La curiosa atribución etimológica debe provenir de Carlos Gagini, Diccionario de costarriqueñismos, San José de Costa Rica, Imp. Nacional, 1919, que la sugiere porque «La etimología nahuatl que propone Ferraz no nos satisface», pero que no explica cómo un quechuismo llegó hasta Centro América (pues la palabra se utiliza también en Honduras) sin dejar rastros en los países andinos. En Panamá, ‘cilampa’ nombra al relente de la madrugada y a una figura mitológica con él relacionada: la Silampa: «En las noches de invierno, cuando la niebla fría baja de las montañas es cuando la Silampa hace sus apariciones. Su forma es como de una sábana blanca que sobrevuela el campo, confundiéndose con la niebla; atrapa a cualquier incauto que se atreva a rondar a esas horas de las noches, lo envuelve y lo ‘chupa’ hasta dejarlo en los huesos» (http://enigmatologia.paradoxinc.org/1silampa.htm).

chipichipi. Voz imitativa. 2. Guat., Hond. y Méx. llovizna. La Academia sostuvo el origen «mejicano» (?) del vocablo la primera vez que lo incluyó en el DRAE (en 1884), pero pronto optó por decir que era una «voz imitativa», usada en México. Se usa también en Puerto Rico, Honduras y Guatemala (Miguel Ángel Asturias, en Hombres de Maíz, describe unos personajes que se defienden como pueden de «lo que empezó chipichipi y se fue volviendo aguacero»). Francisco J. Santamaría (Diccionario de Americanismos), desconfía de un posible étimo nahuatl y sostiene el carácter onomatopéyico del vocablo y, siguiendo a Toro y Gisbert, su uso peninsular en Andalucía y en Murcia (‘chipichape’), que no encuentro documentado; parece más probable un étimo indígena; sí existe el topónimo (mexicano) Chipinque, del nahuatl ‘chichipini’, ‘caer gota a gota’; y el nahuatl ‘chipil’, ‘llóron, mimoso’, si bien ‘chipichipi’ se utiliza sobre todo, en México, en la zona de Xalapa. Todo ello (u otras posibilidades etimológicas) no se opone, sin embargo, al probable carácter onomatopéyico de ‘chipichipi’; v. infra sirimiri.

chirimiri, Burg y Nav., Llovizna, calabobos. Hasta la edición de 1992 el DRAE remitía a sirimiri.

chispear, 1. intr. impers. Llover muy poco, cayendo solo algunas gotas pequeñas.

garúa. Del port. dialect. caruja, niebla. 1. f. Amér. llovizna. y garuar, ‘lloviznar’. Voz difundida en toda América Meridional, Centro América y Cuba, en diversas variantes ‘garuba’, en Ecuador (donde ‘garubiar’ es el verbo respectivo), en Uruguay y en Honduras; ‘garuga’ (y ‘garugar’) en Chile y Argentina. Se ha sostenido el origen quechua del vocablo (de ‘garuana’, que tendría la misma significación), y el origen portugués (según Corominas del portugués dialectal ‘caruja’, ‘niebla’, derivado a su vez del latín vulgar ‘calugo, caluginis’, y que dio origen en Canarias a ‘garuja’, ‘llovizna’). La garúa –que no se sabe bien si es llovizna o ‘niebla meona’ v. infra)– recibe en el norte desértico de Chile el nombre de camanchaca (que está en el DRAE desde 1925, «Niebla espesa y baja que reina en el desierto de Tarapacá»). Neruda, en Una casa en la arena, escribe: «La garuga, lenta lluvia nortina que oscila entre niebla o fantasmagoría »; v., infra, mollina.

lluvia meona. s.v. lluvia- Llovizna, calabobos, cfr. infra niebla meona.

marea. 7. p. us. Rocío, llovizna. Es, efectivamente, poco usual en esta acepción: pero ella ejemplifica acabadamente el proceso que describo en los párrafos finales.

matapolvo, 1. m. Lluvia o riego tan pasajero y menudo que apenas baña la superficie del suelo.

mollino, na. De muelle 1. 1. adj. Dicho en especial del agua lluvia: que cae menuda y blandamente. 2. f. Llovizna. Hasta la edición de 1992 el DRAE incluía en la segunda acepción, en segundo lugar, ‘mollizna’. Ver entrada siguiente.

mollizna. De mollina, con cruce de llovizna. 1. f. Llovizna. Palabra utilizada desde, al menos, el siglo XV, Rodrigo Fernández de Santaella, Vocabulario eclesiástico (1499) define el latín pruina (‘rocío helado, escarcha’) diciendo que es «la mollizna o lluvia muy menudica e congelada a la mañana, o el yelo o la elada». Casi dos siglos y medio después el Diccionario de Autoridades definía ‘mollina, ò mollizna’ como «La lluvia suave, sutil y delicada», y agregaba dos autores que utilizaban la palabra, uno de ellos Joseph de Acosta, que en su Historia natural y moral de las Indias, hablando del Perú (1590), dice: «A veces cae una agua menudilla, que ellos llaman garúa, y en Castilla mollina». Sobre ‘mollina’ o ‘mollizna’ están construidos los verbos mollinar, molliznar y molliznear.

niebla meona. s.v. niebla. Aquella de la cual se desprenden gotas menudas que no llegan a ser llovizna.

orvallo. De or. inc. 1. m. Ast. y Gal. llovizna. La Academia lo incluyó en el Diccionario de Autoridades, bajo la forma ‘orbayo’, «La lluvia menúda que cae de la niebla» (y orbayar, «Caer el rocío de la niebla») que atribuía a «Galicia y Asturias»; en 1884 empleó ya la grafía actual, pero eliminó la mención específica diciendo «En algunas parte…». La voz se utiliza también en el País Vasco y en Cantabria.

páramo. 3. Col. y Ecuad. Llovizna. Pero cuando va acompañada de viento frío, que sopla desde las tierras altas. «El páramo, con su flagelo persistente de viento y agua, con su soledad que acobarda y oprime, impuso silencio», escribe Jorge Icaza en Huasipungo. De ‘páramo’, con este significado, proviene el verbo paramear, próximo al peninsular cercear (DRAE, «intr. impers. León. Soplar con fuerza el viento cierzo o norte, sobre todo cuando le acompaña llovizna»). A la familia cabe agregar zarracina, (DRAE, «Del lat. circius, cierzo. 1. f. Ventisca con lluvia»).

rocío. 1. m. Vapor que con la frialdad de la noche se condensa en la atmósfera en muy menudas gotas, las cuales aparecen luego sobre la superficie de la tierra o sobre las plantas. 3. m. Lluvia corta y pasajera. La Docta Corporación sostiene que ‘rocío’ proviene de rociar («Caer sobre la tierra el rocío o la lluvia menuda») puesto que esta última palabra, a su vez, proviene «Del lat. vulg. *roscidare, der. del lat. roscidus, lleno de rocío, húmedo, y este de ros, roris, rocío’».

sirimiri. Ál. y Vizc., llovizna. Hasta 1992 el DRAE incluía también a Navarra entre los lugares en que se usaba el vocablo. Javier Sainz Pezonaga, Léxico euskérico en el habla de la Ribera de Navarra, (http://www.euskalnet.net/jabiersainz/ern/lexico.htm) lo menciona entre los «Euskerismos de origen onomatopéyico y expresivo»: «Chipi-chipi, ziri-ziri, zir-zir en Artajona, zirimiri o sirimiri. En euskera txirri-txirri, txirriki-txirriki. Poco a poco, pero continuamente. A la persona que no para de hablar se dice que está chirriquichirri charraquecharra»; observaciones sin duda interesante, no sólo porque incluyen tanto ‘chirimiri’ como ‘sirimiri’, sino porque los hace sinónimos de chipichipi y establecen la posible etimología de todos ellos e, implícitamente, su carácter onomatopéyico.

tapayagua. (Del nahua tlapaquiahui, llover a menudo y sin cesar). 1. f. rur. Hond. llovizna. Fue incorporado al DRAE en 1925. También existe la forma ‘tapayagüe’ y se utilizan en toda Centro América, con significados diversos: ‘temporal de lluvia y viento que dura muchos días’, ‘lluvia corta y menuda’ e incluso ‘nubarrón’. Francisco J. Santamaría (Diccionario de Americanismos), sostiene que su origen no es indígena, sino compuesto del español ‘tapar’ y del caribe ‘yagua’ especie de palmera (cuyas hojas sirven para techar chozas), pero el parecer de la Academia parece más creíble.

En las definiciones registradas (no, quizás, en el uso original de las voces respectivas) se confunden diversos fenómenos meteorológicos relacionados con la condensación («Proceso mediante el cual se produce el cambio de fase en un elemento, desde el estado de vapor al estado líquido…»). La condensación del agua, que «se produce cuando una masa de aire se enfría hasta alcanzar el punto de saturación de vapor de agua» da origen a:

a) La lluvia (producida por el enfriamiento de las nubes «asociado al ascenso del aire»);

b) el rocío (en el cual « el enfriamiento generalmente se asocia a pérdida radiactiva nocturna –radiación infrarroja– desde la superficie»); y

c) la neblina (que «se origina cuando la temperatura y el punto del rocío del aire [la temperatura a la que debe enfriarse el aire, a una presión constante] para saturarse [es decir, para formar gotitas de agua] presentan valores similares y existen suficientes núcleos de condensación»;

cfr. http://clara.ciceana.org.mx/glosario/glosario_metereologico.html).

Y da origen también, aparte de las ya señaladas, a multitud de otras voces que denominan a la ‘llovizna’ o al ‘lloviznar’ en los dilatados dominios del castellano (v.gr. ‘aguacerito’, que se utiliza en Venezuela; ‘brisiada’ y ‘chichís’, en Honduras; etc. etc.).

 

‘Que les garúe finito’, como dicen en Argentina a modo de despedida.

 

Creación, 14 de abril del 2005

 

 

La malla La lluvia liga a estas divagaciones con otra esquina de la web: un cuento de terror que sirve de pórtico a una nueva sección

 

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