Donde pasa todo [1]

Un ambicioso intento
de abarcar la riqueza de la mente

José Antonio Millán

 

Diccionario Oxford de la mente dirigido por Richard L. Gregory, Madrid. Alianza Editorial. 1995.
1236 págs.
Traducción de Irene Cifuentes, Carmen Sigüenza, Carmen Sender y Tomás del Amo
Al abrir una Enciclopedia del Arte uno espera encontrar artículos sobre pintores o escultores, museos y técnicas, pero, ¿qué albergará una enciclopedia dedicada a la mente? Por supuesto, inteligencia y neuronas, Freud y Pavlov, médula y memoria, pero en esta obra de Oxford University Press también aparecen el humor o el hambre, el significado, el sufismo o el suicidio, Lewis Carroll, Aristóteles o el ajedrez.

La perspectiva británica de este Diccionario le dota de una ecuanimidad que ¾se puede pensar¾ no habría tenido con otro origen. Por ejemplo, un planteamiento editorial norteamericano habría producido una obra excesivamente centrada en el conductismo, la neurofisiología, y la psicología cognitiva. Estos enfoques no faltan en este Diccionario, pero están muy bien equilibrados con otras perspectivas.

La mente se reconoce: sabe de su propia actividad, y precisamente el artículo "consciencia", debido a Daniel C. Dennett es un buen pórtico de entrada a la obra (que por su organización alfabética no presupone ningún orden de lectura). Además, la mente es el recipiente de las percepciones que informan sobre lo que ocurre en el "mundo exterior" y de aquí brota un jugoso conjunto de problemas, empezando por el de si existe un mundo exterior: las grandes construcciones filosóficas están también presentes en esta obra. Por otra parte, ¿es la mente una entidad monolítica, o tiene compartimentos?: los artículos históricos sobre mesmerismo o hipnosis (que dieron las primeras pistas sobre la existencia de personalidades subterráneas) pronto nos llevan al freudismo, del cual este Diccionario da una cauta síntesis. La acción de la mente gobierna nuestros cuerpos, pero ¿puede hacer algo más allá?: los artículos sobre fenómenos paranormales parecen negarlo. Pero la actividad de la mente requiere un sustrato físico, y las secciones dedicadas a los transmisores y los sentidos deberán hacer uso de los avances en química y fisiología del cerebro. Por supuesto, las patologías, esos espejos deformantes de la actividad mental, no faltan en la obra. El lenguaje tiene un lugar especial en la configuración de la mente y para reflejarlo está la colaboración de Noam Chomsky. Y como las máquinas ya están reproduciendo parcialmente el razonamiento o las percepciones ¾antaño patrimonio exclusivo de la mente¾, también encontraremos artículos sobre inteligencia artificial (como los que firma Margaret Boden).

Y en este campo el Diccionario Oxford de la mente atestigua un curioso movimiento de ida y vuelta: si los primeros ordenadores se veían como cerebros (electrónicos), los desarrollos informáticos relacionados con el pensamiento conducen a la metáfora del cerebro como ordenador. Y así, el artículo sobre el tacto puede acabar pareciendo un texto de robótica, lleno de receptores sensoriales, codificación de parámetros y procesamiento global.

Para terminar, cabe señalar que hay artículos dedicados a concepciones que no son las dominantes: qué es la mente para el pensamiento indio, cómo se refleja en la escritura china o en los grandes pensadores del Islam... Qué hipótesis sobre ella hacen los niños, o qué hipótesis hacemos nosotros sobre la mente de los primates. Sirvan estos datos, junto a todos los anteriores, para dar idea del cuidado y la ambición de la obra.

La edición castellana presenta algunos llamativos defectos: una traducción desigual, con puntos muy bajos, y una absurda tendencia a la alfabetización por el elemento menos significativo. Por ejemplo: los que estén interesados por el fenómeno militar no podrán llegar a los artículos donde está tratado, salvo que sepan que son precisamente "incompetencia militar" y "mente militar" (el problema es, por supuesto, que se han traducido artículos llamados militar incompetence y militar mind, y se ha mantenido la alfabetización de la expresión resultante, en vez de hacer la entrada como "militar, mente", etc.). El defecto se mantiene incluso en el extenso "Indice analítico", que pierde así parte de su utilidad.

 

Una versión más breve fue publicada en El País, el 30 de septiembre de 1995 [1] Tomé prestado este título de un pasaje erótico de la novela de Arno Schmidt, La república de los sabios. Ahí, "donde pasa todo" no es la mente.

 

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