La proa de los muros

Llaman mucho la atención las diferentes formas de terminar por arriba una pared. Un muro es siempre un muro (aunque nos asombraremos al ver qué distintos pueden llegar a ser), pero una vez alcanzada la altura que su artífice pretendía, ¿cómo rematarlo? La cima de una pared a la intemperie siempre es un punto delicado, porque las aguas descargan sobre ella con toda la violencia (que en estas tierras puede ser mucha), y hay que darle una solución duradera.

Por eso hay quienes disponen una sucesión de lajas horizontales, longitudinalmente. Otros acumulan transversalmente una sucesión de pequeñas placas verticales.


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Encuentro de una pared de lajas planas
y otra de cantos verticales. Drecera de Mai Adeu


Otros rematan con una hilera de piedras horizontales y salientes, que otorgan una curiosa sombra superior al muro.


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En el camino al Pení.

Por último, los hay que coronan la pared con un desfile de grandes piedras puntiagudas que convierten la pared en una dorsal de dinosaurio y los caminos en un desfiladero megalítico.


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Detalle del Camí de ses Closes


Tal vez es aquí donde mejor se manifiesta el espíritu que late detrás de la elaboración trabajosa y utilitaria. Terminados los muros, limpios de piedras los campos, ordenado el paisaje, quedaba ahí un resquicio para la expresión, tal vez para la emulación, para la búsqueda de la belleza.


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Camino de Cadaqués a Port de la Selva

 

Y dada la exhuberancia mineral de estas zonas, no sorprenderá que los constructores hayan apilado, junto a los habituales materiales pizarrosos, lajas marmóreas, o placas uniformes, como salidas de un taller.



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