El trabajo

Cuando se han andado estos caminos, o lo que queda de ellos, cuando se han subido las escaleras o sus restos, se han mirado las montañas aterrazadas desde el valle hasta casi la cima, se han visitado las cabañas ya derruidas que salpican el paisaje, se ha subido y bajado entre esos bloques pétreos, se han visitado los campos incultos, de nuevo sembrados de piedras, la sensación más clara que queda es la de la inmensidad del trabajo que ha debido costar domar primero, y hacer fructificar después, unas extensiones tan grandes, tan escarpadas, tan castigadas por los elementos, como estas que rodean Cadaqués.

Sí: me producen mucho respeto estos caminos, muros y terrazas, porque los veo como trabajo cristalizado.


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Firmo Ferrer, en su libro Cadaqués des de l'Arxiu, ha calculado cuánta pared de piedra seca puede haber en el término municipal (25 kilómetros cuadrados). Para ello la midió en un cuadrado típico de 10 x 10 metros, y encontró que había 35 metros. Extrapolando, piensa que podría llegar a haber mil ochocientos kilómetros de paredes (y no andará lejos...).

 

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El incendio descubre toda una montaña aterrazada

 

Él mismo refiere lo que se cuenta sobre su confección: las paredes de piedra seca se harían sobre todo en las noches de luna llena, las únicas en que la gente no podía salir a la pesca a l'encesa (con lumbre). Los hombres hacían la pared y las mujeres y niños recogían piedras. Sea verdad o no, es una buena historia.   

 

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En las estribaciones del Pení

 

 

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