La vida de las palabras

Un conjunto de diccionarios que recogen
desde la lengua de anteayer a la de pasado mañana

José Antonio Millán

Edward A. Roberts y Bárbara Pastor, Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española, Alianza Editorial, Madrid, 1996, 360 págs., 3.500 pta.

Fernando Varela y Hugo Kubarth, Diccionario fraseológico del español moderno, Gredos, Madrid, 1996, 296 págs., 2.830 pta.

Ramoncín, El nuevo tocho cheli. Diccionario de jergas, Temas de hoy, Madrid, 1996, 336 págs., 2.800 pta.

Carlos Abella, ¡Derecho al toro! El lenguaje taurino y su influencia en lo cotidiano, Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1996, 270 págs., 2.100 pta.

Gregorio Salvador y Juan R. Lodares, Historia de las letras, Espasa Calpe, Madrid, 1996, 276 págs., 1.900 pta.

Las obras de referencia pasan por un buen momento editorial, y la aparición casi simultánea de varias de ellas dedicadas a la lengua permitirá enriquecer algunos aspectos de nuestro conocimiento del español. Empezando por lo más lejano, el Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española invita a relacionar palabras muy dispersas geográfica y semánticamente a través de sus raíces comunes. El indoeuropeo es la lengua (hipotética) de donde se cree que partieron diversas familias lingüísticas, hoy muy alejadas entre sí, como la que contiene al polaco, al noruego, al alemán, al inglés, al latín y sus descendientes romances, al griego o al sánscrito. Ello significa que dada una determinada raíz, podremos explorar su descendencia en muchas de estas lenguas, con frecuencia acompañada de curiosos cambios semánticos. En el español han acabado recalando, desde distintas procedencias, étimos separados por el tiempo y las migraciones.

Por acogernos al ejemplo que ilustra su cubierta, la raíz ped nos permite agrupar, procedentes del latín, pie, pedestal, pero también pionero (a través del francés, en el sentido de "explorador"), pedigrí (originariamente "pie de grulla", por la forma del árbol genealógico) e incluso percebe (que significa "pie de pulgar"). La raíz aparece también, en el sentido de "traba", en impedir, tropezar, o en pecado (originariamente "tropiezo"). La forma germánica fot está en el origen de fútbol. A través del griego nos encontramos con podio o pulpo ("muchos pies"). Por último, del persa nos llega pijama o babucha (prenda de la pierna o del pie). Baste este caso para ver la riqueza de derivaciones y las excursiones culturales e históricas a las que lleva esta hermosa herramienta de rastreo por la vida de las palabras. El diccionario está organizado por raíces indoeuropeas, pero un útil índice final permite acceder también desde el vocabulario español.

Pero los diccionarios pueden y deben extender su interés más allá de las palabras aisladas. Fraseología es una combinación de palabras con cierto grado de estabilidad. Entran en esta categoría expresiones como "hombre de paja", frases hechas como "por hache o por be", acuñaciones populares como "¡lo que faltaba para el duro!"... Este Diccionario fraseológico contiene información muy rica sobre combinaciones típicas de palabras, que buscaríamos en vano en otros lugares. Y además aloja muchas expresiones vulgares e incluso obscenas que no tienen cabida en diccionarios "de uso", por una cierta pudibundez que aún arrastra determinada lexicografía. La impresión artificial de algunos de sus ejemplos (que parecen creados ad hoc), y la aberrante práctica de alfabetizar independientemente la ch y la ll no empañan la utilidad indiscutible de esta obra.

El problema de los argots y jergas es su transitoriedad: hay palabras que habrán desaparecido del habla cuando por fin se incorporan a un diccionario. Otras muy específicas de un lugar o de un ambiente, puede que pasen al habla común dentro de algún tiempo. Desde hace unos años Ramoncín ha ofrecido recopilaciones cuyo máximo valor era la atención al habla más reciente. El Nuevo tocho cheli reúne tanto palabras de la jerga de delincuentes de hace siglos (como almagrar, que ya aparece en el diccionario académico, marcado como "desusado": "Entre rufianes y valentones, herir o lastimar de suerte que corra sangre"), gitanismos presentes hace tiempo en la lengua (como paripé) y las más recientes del campo de la droga (como jaco por "heroína"). En ningún caso está indicado si se trata de términos antiguos o recientes. El criterio de búsqueda es errático: las palabras de entrada a veces son los términos de argot, y otras veces los normales (no figura heroína, sino caballo; pero no está lanoso, sino jersey); muchos términos jergales sólo están incluidos como sínónimos de otros (jaco no tiene entrada propia), y además abundan los casos en que una palabra oscura se define mediante otra también ininteligible. En resumen: que la posible utilidad de este diccionario está muy mermada por la falta de sentido común y el descuido editorial.

Una faceta de la lengua a mitad de camino entre las creaciones jergales y la fosilización que otorga el tiempo es la existencia de campos metafóricos que orientan muchas elecciones léxicas y fraseologías. Cuando hablamos de hacer algo "mano a mano", de "capear la crisis" o "tener mano izquierda" puede que no reconozcamos el origen taurino de las expresiones, que desde luego está más claro en "cambiar de tercio" o "cortarse la coleta". En ¡Derecho al toro! podemos rastrear muchos casos de usos taurinos en la lengua cotidiana. Hay metáforas fundacionales (la vida como juego de toros, o la conquista femenina como lidia) que tienen una productividad sorprendente, incluso en estos tiempos poco taurinos. El interés de un libro como éste, útil y con buenos índices, es precisamente desvelar el profundo componente metafórico de muchas de nuestras expresiones comunes.

Por último, el libro que inaugura la nueva colección "Espasa de la lengua", Historia de las letras, es un curioso recorrido por el origen y fortuna de cada uno de los componentes de nuestro alfabeto, en sus aspectos gráficos o expresivos. Los veintisiete capítulos de Juan Lodares y el único de Gregorio Salvador constituyen en resumen una amena guía de la historia de aquellas sin las que no habría diccionarios ni libros ni cultura, tal y como hoy la entendemos: las letras.

[Publicado en El País, el 16 de noviembre de 1996]

 

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