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Alarma, negros

José Antonio Millán

 

número: 9
tamaño: 21 cm de ancho x  29,7 de alto
medio: compuesto en ordenador, con adición de admiraciones manuscriptas
transmisión: fotocopia
lugar: el taxi
localización: Madrid
fecha: 30 de octubre de 1990
comentario: Comoquiera que iba yo leyendo en el taxi (lo que ocurre casi siempre), al bajarme, y según casi cerraba la puerta me dice el taxista: "Tenga, que se ve que le gusta leer". Mientras asía la hoja y cerraba arrancó a toda pastilla, lo que me impidió tomar nota de su matrícula...

 

Más que pasquín [1] (como otras que aparecen por aquí), hoja volante esta que hoy nos ocupa.

Resuenan ecos guerreros en el encabezamiento de esta proclama. Aun si olvidáramos (pero ¿cómo?) la etimología de la palabra "¡al arma!", un ambiente de sobresalto se difunde por el escrito. Negros.

"En todos los barrios de Madrid hay negros, y es invasión continua", comienza el texto, y la elisión del artículo (no dice "es una invasión continua") actúa difuminando sus bordes y prolongando la amenaza. "Madrid, nuestra ciudad se está pareciendo a París y a Londres (Marsella es una ciudad árabe en el Mediterráneo francés)". ¡Ajá!: el grupo se amplía: no sólo negros sino árabes...

"Se pierde la identidad de las ciudades y naciones": el taxista (o su cuñado, que le pasó el panfleto) hace un uso rápido de este concepto evanescente, la identidad, que tan buenos resultados está dando, sobre todo (fijémonos bien) entre quienes quieren "defenderse" del exterior:  nacionalistas, racistas...

Los cinco párrafos siguientes se destinarán a precisar la amenaza, comenzando por el exterior. Quien desee visitar a "los ciudadanos de París y londinienses [sic] verá con gran frustración que todos sus habitantes son negros y negroides". Vamos sumando: negros, árabes y negroides.

Una cultura popular edificada con películas aflora en los siguientes párrafos: "Muchas calles de Londres están llenas de negros dando patadas a una pelota"; "las actuaciones de los negros en América, en Nueva York: violaciones, disturbios, vandalismo, atracos... etc.".

¿Y España? ¿Se librará España de esta invasión? En absoluto: Alicante "tiene abundantes moritos". (Seguimos tomando nota: negros, árabes, negroides y moritos). "Aquí en España penetran continuamente, están en todos los barrios, y de forma no agradable en los pisos de comunidad [¿de la Comunidad?], que ocupan con toda la parentela y prolíficos". Aparentemente hemos asistido a un cambio semántico: prolíficos, nuevo nombre para los descendientes, cuando son numerosos.

Rápidas pinceladas de su comportamiento ("tampoco pagan en el metro ni en las líneas de RENFE"), no sin algún entrañable detalle ("viajan mucho en taxi"), y lo insoportable: "les pagan 42.000 ptas., mucho más que a muchas familias de España y existiendo aquí un Tercer Mundo interior". De nuevo (como ocurría con la identidad) resuenan los ecos de los ideólogos de diario o tertulia: ¡el "Tercer Mundo interior"!

"Ocupan calles enteras de Madrid... en las que los ciudadanos normales tenemos que transitar por la calzada". Ocupan pisos, monopolizan subvenciones, quitan el puesto a los nativos...

Y ¿por qué no, dado el crescendo? llega el momento de la paranoia: "Todos los moritos son la organización terrorista y fanática más poderosa del mundo".

Y al final, la previsión: "pronto les tendremos abundantemente en la comunidades autónomas [!?], ayuntamientos, ejército, policías, Correos... etc., etc. como se ve ya muy claro y desde hace meses en TVE" (por aquel tiempo hubo la aparición circunstancial de una locutora negra: supongo que se refiere a eso). Es curiosa la elección estratégica de los lugares a los que presuntamente van a acceder los invasores: la autoridad y comunicaciones.

Recapitulemos. Desde el primer párrafo se nos advierte de una invasión, que se remacha con abundantes alusiones al numero ([son] todos sus habitantes, [llenan] muchas calles, abundantes moritos, están en todos los barrios, ocupan calles enteras). Los numerosos son además perpetradores de crímenes, que van de lo más trivial (dar patadas a un apelota) a la violación, más varios "etc." para dejar la puerta abierta. Y no sólo es el crimen en provecho propio, sino que también ejercen la violencia indiscriminada ("terrorista y fanática"). Y cuando no delinquen, cogen lo que es nuestro: nuestras aceras o "nacionalidad, colocación y vivienda", ¡en la situación que estamos!: "el Tercer Mundo interior", "con la diferencia de que aquí hay menos industria y más paro"...

Lo sobrecogedor del abanico desplegado es que no deja resquicio, de lo mínimo a lo máximo: de colarse en el metro a violar o robar; de quitarte la acera a quitarte la casa, de ocupar el barrio a ocupar Televisión Española, Correos y la Policía. Además, esto es así, y no hay espacio para la opinión contraria: estas acciones "por todos y desde siempre son conocidas". Tampoco lo hay para eximir de culpabilidad a algún miembro del grupo estigmatizado, algún momento: "todos los moritos son la organización terrorista y fanática más poderosa del mundo", "los negros no pagan el metro nunca"...

Para terminar: "Esta información verídica y desagradable afecta a todos los españoles, y más a las mujeres españolas que están con árabes y negros".

Este párrafo final reproduce en esquema la totalidad del argumento: se han contado unas cosas ("información") que son verdad y no son agradables, y afectan "a todos los españoles". ¿De qué manera? Como la conclusión de un silogismo se impone el auténtico mensaje, que no es otro que el fascista "¡Hay que hacer algo!".

Aquello que habría que hacer contiene una terrible amenaza contra los negros, árabes, moritos y negroides (y los bordes desdibujados la hacen extensible a muchos otros colectivos), pero muy especialmente ("y más") contra las mujeres que están (repárese en lo despectivo del verbo utilizado) con ellos. Resuenan, pues, implicadas en las palabras finales, los ecos militares del título, la llamada urgente a la acción.

 

 

NOTA SOBRE NAVEGACIÓN:
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[1] En palabras del obeso (nombre que daba un amigo de Bioy Casares al Diccionario académico): "Del it. Pasquino, nombre de una estatua en Roma, en la cual solían fijarse libelos o escritos satíricos.
1. m. Escrito anónimo que se fija en sitio público, con expresiones satíricas contra el Gobierno o contra una persona particular o corporación determinada".
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última modificación: febrero de 1999

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