¿Un nuevo horizonte?

José Antonio Millán

Una nube de contenidos saltan de ordenador en ordenador por cables telefónicos: pequeños mensajes de correo electrónico que pasan de usuario en usuario; textos, imágenes y sonidos de sitios de la Malla Mundial (o WWW) que se envían a quien los solicita. Las máquinas dialogan entre ellas y hacen llegar cada bit hasta su destino. Eso es Internet.

Se han conectado a ella sabios, curiosos o pervertidos, compradores y vendedores, Gobiernos y revolucionarios, instituciones y particulares. En Estados Unidos su uso está desplazando rápidamente al de la televisión. Internet será en el futuro nuestra universidad, nuestros ojos (cámaras que apuntan al tráfico de una autopista, a un abrevadero de leones en Kenia), nuestra fuente de información y ocio, nuestro lugar de trabajo, nuestra editorial privada. Ya es —para muchos— nuestro correo, el punto de encuentro con amigos y extraños.

Carta de Chiapas

El primero de año de 1994 las fuerzas del subcomandante Marcos dieron un golpe de mano en Chiapas (México). Desde el principio los guerrilleros utilizaron el correo electrónico para informar sobre sus actos. La imagen de un combatiente perdido en la selva americana, haciendo uso de las nuevas tecnologías, contribuyó a crear una peculiar aura en torno al nuevo movimiento. Sin embargo, pronto empezaron los problemas: aparecieron mensajes electrónicos que daban cuenta de luchas en lugares concretos, y describían víctimas civiles- para más tarde descubrirse que en esa zona no había habido combates.

El problema del correo electrónico es que carece de los elementos de seguridad de otros medios: una carta tiene firma, membrete, matasellos, elementos que por supuesto se pueden falsificar, pero no de forma sencilla. Un mensaje electrónico puede ser falso desde el principio al final, y sin embargo ser idéntico a otro verdadero. En situación extraordinaria, y con escasez informativa —como la de Chiapas—, los mensajes falsos, ya se debieran a gente de buena fe o a maniobras intoxicadoras (pues todo es posible), minaron la credibilidad de este excepcional medio de dar a conocer las cosas. Cuando recibo un correo referente a Chiapas, declara el corresponsal en México de un influyente periódico francés, lo mejor que puedo hacer es no tenerlo en cuenta. Así fue el alba y el crepúsculo del uso revolucionario del correo electrónico.

Pantalla y 'scriptorium'

"Nunca habría podido sospechar", escribía un estudioso alemán, participante en un seminario por línea sobre teología medieval, "que podría encontrar a tanta gente con quien compartir el entusiasmo por estos temas que han sido toda mi vida profesional". Esta sensación de júbilo intelectual asaltó a muchos investigadores ya desde el comienzo de la actividad académica en Internet. Ante sus ojos se abría un nuevo Renacimiento del saber, con comunicación sin fronteras entre especialistas. A propósito: varios participantes del seminario mencionado se comunicaban en la lengua que más fácilmente compartían: el latín.

En la actualidad hay temas, como la Edad Media, que tienen una presencia notable en la red. Existen más de sesenta listas (grupos de trabajo que se comunican por correo electrónico) referentes a temas medievales, algunas tan especializadas como la Alta Edad Media china o el medievo ibérico. Además, en la Malla Mundial hay numerosos sitios institucionales o de particulares que contienen revistas, bibliografías o textos básicos en latín o sajón antiguo.

 

Información complementaria sobre la "guerra del fletán"

 

Ciberdiplomacia: la guerra del fletán

El día 9 de marzo de 1995, el Gobierno canadiense apresó al pesquero español Estai, que pescaba cerca de sus aguas territoriales un pez llamado fletán. Cuando estalló la crisis del apresamiento, se vio cómo la postura oficial del Gobierno español no conseguía llegar a los medios de comunicación canadienses ni a la opinión pública internacional. Pero la Embajada de España en Ottawa acababa de abrir un sitio de información general y lo usó para dar datos pormenorizados y puestos al día sobre el conflicto.

Éste se fue agriando, y se pudo comprobar la ventaja de un medio de información mundial e instantáneo. Por parte canadiense hubo amenazas de intervención armada, ultimatos, y en esas circunstancias hasta las horas pueden contar para cambiar un estado de opinión. Precisamente, uno de los logros del sitio fue desenmascarar el estilo de las autoridades canadienses, que anunciaron su ultimátum en la tarde de un Viernes Santo, agravado por las seis horas de diferencia con la hora española.

Esta guerra acabó sin víctimas, pero este primer episodio de ciberdiplomacia demostró cómo la información fluida en Internet podía actuar en un conflicto entre países. Pero hay un hecho más que conviene destacar: las páginas de la embajada se hicieron gracias a la colaboración desinteresada de una universidad canadiense: la de Carleton, desde cuyo ordenador saltaban al ciberespacio. En pleno conflicto, la universidad recibió presiones oficiales para dejar de difundir las páginas, pero hay que decir con orgullo que sus responsables resistieron las presiones, y el sitio, que tantos quebraderos de cabeza estaba dando a las autoridades, siguió presente. ¡Todo un ejemplo de libertad de expresión en el ciberespacio!

Se publicó el 18 de diciembre de 1998 en World Media, integrado por los siguientes periódicos:
El País, España
Libération, Francia
L’Economiste, Marruecos
Al Ahram, Egipto
Ha’aretz, Israel
La Stampa., Italia
HVG, Hungría
Milliyet, Turquía
Oslobodenje, Bosnia
Al Nahar, Líbano
Folha de Sao Paulo, Brasil
Público, Portugal
Yomiuri Shimbun, Japón
La Presse, Canadá
La Nación., Argentina
Delo, Eslovenia
To Vima, Grecia
The Irish Times, Irlanda
Der Standard, Austria
Le Soir, Bélgica
Quiero ése

Cuando conté a mi mejor amigo que había aparecido un espectacular libro sobre cocina japonesa, no pudo contener su excitación: lo quería cuanto antes. El problema es que yo había leído sobre su existencia en una revista extranjera, y no recordaba más que dos palabras del título. Entonces tecleé: http://www- para acceder a la página de la ciberlibrería. Escribí en un formulario los pocos datos que conocía y, tras rumiar unos segundos, me aparecieron en la pantalla las descripciones de dos libros que parecían buenos candidatos. Uno de ellos era el que buscaba.

No lo dudé. Utilizando mi tarjeta de crédito, encargué un ejemplar, que debería llegar a mi amigo por correo aéreo. Di su dirección, e incluso (por un módico suplemento) pude escoger el papel de envolver en que le llegaría mi obsequio. Pude también escribir unas líneas de felicitación para acompañar al envío que —esperaba— le alcanzaría el día de su cumpleaños. Había cerrado el encargo cuando me preguntaron: ¿Quiere que le informemos si aparecen más libros sobre cocina japonesa?. Dije que sí, y dejé mi dirección electrónica. Puede que necesite hacer otro regalo.

Cada año se editan cientos de miles de nuevos libros, que se añaden a los ya existentes. En una sociedad multilingüe y pluricultural cualquier persona puede necesitar en cualquier momento cualquier libro editado en cualquier país. Hasta ahora, en muchas ocasiones, la forma de que un libro alcanzara a su público era imprimir el doble de los ejemplares que se iban a vender, y lanzarlos al azar sobre las mesas de las librerías. A este disparo de cañón con pólvora gruesa le pueden sustituir en muchas ocasiones finos disparos de precisión a través de la red.

La ocasión la pintan…

Imagínese la afición erótica más sofisticada que se pueda concebir. Por ejemplo, la contemplación del cráneo desnudo de bellas mujeres. Es muy probable que la encuentre en alguna esquina de la Malla Mundial. Sí: hay mucho sexo en Internet (igual que hay mucho sexo en el cine, en las revistas o en la vida misma), pero quizás lo que mejor caracteriza a la red es la especialización que demuestra. En la Malla hay varios sitios dedicados a las mujeres de cráneo afeitado. Contienen vídeos de afeitamientos (forzados o no), fotografías del enjabonamiento previo a éste, infinidad de actos carnales antes, durante y después del corte de pelo, e incluso imágenes ingenuas de Elisabeth Taylor calva para alguna película.

¿Quién ha creado estos santuarios para una devoción tan compleja? Amantes del género, ciudadanos altruistas (pues la mayoría de los sitios son gratuitos) que quieren compartir con otros sus goces. El sexo en Internet es ya tan especializado que existen buscadores para ayudar a encontrar materiales concretos, por ejemplo (por citar los más mencionables), mujeres pelirrojas, hombres homosexuales en agua, mujeres embadurnadas de barro o señoras mayores de cincuenta años. Pero no nos asustemos en exceso: también abundan ciberpolicías o ciberniñeras para garantizar que nuestros hijos no accederán a esos contenidos.

Una aguja en un pajar

Cuando preparaba un viaje a la ciudad de Miami quise reservar hotel. No conocía ninguna fuente de información sobre el tema, así que me visité uno de los buscadores generales de la Malla Mundial. Pregunté que dónde aparecían las palabras Miami y hotel. La respuesta fue un puñado de direcciones de páginas. Y en una de ellas encontré, en efecto, una lista de alojamientos, con detalles y precios y posibilidad de reservar.

Si en vez de los hoteles de Miami hubiera querido saber algo sobre los coleccionistas de orquídeas, simplemente habría preguntado por estas dos palabras. Los buscadores son sitios colosales que envían robots a infinidad de páginas de la Malla Mundial, para tomar nota de todas las palabras que contienen. La humanidad nunca ha tenido a su disposición un conjunto semejante y accesible de información variopinta. Pero cuidado: la inmensa mayoría de los contenidos de la Malla están en inglés. Las páginas en francés, español, italiano y alemán de la red puede no sumar ni el 10% del total. Navegar por Internet sigue suponiendo entrar de lleno en la cultura de lengua inglesa (y muy específicamente norteamericana).

¡Hasta mañana!

¿Qué hacer con esta capacidad —que tiene cualquier persona o institución de un país desarrollado— para crear contenidos que trascienden las fronteras, actualizables en cualquier momento? Internet ya ha demostrado su flexibilidad para servir de soporte a los más peregrinos propósitos. ¿Podrá florecer en ella también una nueva cultura, abierta y accesible?

No pensemos utópicamente: en papel se editan biblias, guías telefónicas y revistas de zoofilia. ¿Qué porcentaje de las emisiones televisivas sirve a algo más que a la diversión más plana? En la red habrá de todo, pero básicamente alberga una esperanza: en un mundo cada más dominado por las grandes agrupaciones informativas, en el que es muy difícil usar los viejos canales de comunicación cultural, ofrece la promesa de que cada uno podrá crear, emitir y compartir la cultura que quiera. No es poco.

Mientras tanto, acechan varios peligros. No hay libertad sin medios: todo el tráfico de la red entre Hispanoamérica y la península pasa por Estados Unidos. Mientras tanto, la llamada Internet 2, de uso restringido, y con un gran ancho de banda, amenaza con crear un espacio aparte para los privilegiados. Servicios de pago están sustituyendo a las primeras oleadas de materiales gratuitos. Pequeños programas invaden nuestros ordenadores para examinar qué páginas visitamos. Las nuevas técnicas de la red no esperan a que vayamos a un sitio, sino que nos envían sus páginas. Quienes apuestan por el espíritu libre y anárquico de la primera Internet se enfrentan a todo un reto.

 

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