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La línea negra

Sobre la publicidad en la prensa

José Antonio Millán

 

Imagen: publicidad de Benetton: David Kirby, 1992. Fuente

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Benetton. La utilización de un agonizante de SIDA en una publicidad de la marca suscita una oleada de curiosos comentarios. Imágenes del dolor y de la muerte se nos sirven a diario en los noticiarios televisivos. Podrían ahorrársenos, pero no: la niña mutilada en atentado o el relato espeluznante de un exorcismo aparecen una y otra vez, precisamente para crear una reacción en el espectador. ¡Ah!, y apenas desvanecido el eco catódico, una serie de anuncios ocupará su lugar. No he leído que nadie se queje de eso.

Este mismo periódico, cualquiera, ofrecerá el cadáver de un guerrillero kurdo y a dos milímetros, separada por una delgada línea negra, una publicidad de alfombras persas. No hay unas alfombras y un cadáver: aparece el anuncio porque al lado hay un cadáver, y otros fragmentos de "actualidad" que el lector paga por ver.

Dolores y fealdades abundan en la publicidad, pero, al parecer, sólo con la intencion de aliviar el mal que muestran: un hambriento niño etíope para una campaña de UNICEF, o una figura femenina de espantable obesidad para un método de adelgazar. Calvicies, granos, piernas varicosas... ¿Habría desatado iras la imagen del enfermo de SIDA para un anuncio de condones?

O tal vez lo que irrite sea la falta de una conexión clara entre las prendas de vestir y la figura sufriente. Pero los productos que causan cáncer de pulmón se nutren de jinetes y membrudos remeros, y la imagen predominante para los anuncios de petroquímicas son los arroyos claros y puestas de sol. Piernas y senos femeninos anuncian alcoholes; pingüinos, coches; corderos, detergentes; glúteos y ojos de mujer yogures, gallinas y huevos cuentas de ahorro, y muchos muchos glúteos, hombros, piernas, senos de mujer anuncian casi cualquier producto imaginable. Un anuncio que no presente algún despiece femenino ya parece algo raro. Recientemente, ha ganado un premio internacional un anuncio de coches protagonizado por un espermatozoide... ¿En nombre de qué, pues, censurar a la marca italiana? Se ha limitado a levantar la delgada línea negra que, como un fetiche, separaba "realidad" y "publicidad". Ahora está todo más claro.

La fábrica de deseos del capital no se ha detenido ante el SIDA, como no se detuvo antes ante la dignidad de la mujer o del hombre, como el capital mismo no se ha detenido en la explotación de personas y recursos naturales, ni se detendrá, en su lógica demente, hasta agotarlos. ¿Por qué iba a hacerlo? Esa es su naturaleza: avalancha que crece sin cesar y se alimenta del mundo; y, ahora que lo pienso, hace tiempo que no leo nada en contra.

 

Sobre el contenido de los anuncios en la Red.

 

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Publicado originalmente en El País, marzo de1992

Primera versión en esta web: 22 de marzo del 2006

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