Lyb logo p2.jpg (18774 bytes)

 

 

 

Subvirtiendo signos:
la estrategia de la apropiación en la cultura contemporánea

 

Belén Gache

1x1c3.gif (41 bytes)

.

 

Sobre Belén Gache

 

Puede comentar este artículo en el blog de Libros & Bitios.


Esta es una aportación al año Avellaneda...

1x1c3.gif (41 bytes)

 

Elvis, Werther y sus dobles

Posiblemente, las de Elvis Presley sean unas de las impersonificaciones más típicas dado el status de ícono popular del cantante. Estas empezaron mucho antes de su muerte, adoptando en ocasiones la forma de concursos de premiación al mejor doble. Una leyenda urbana incluso cuenta que el propio Elvis participó de uno de estos eventos, quedando elegido en tercer puesto. El abanico de estos impersonificadores va desde los profesionales que se ganan la vida doblando al ídolo hasta los paranoicos que creen ser el verdadero Elvis.

¿Qué relaciona a Elvis Presley con JohannWolfgang Goethe? Pues prácticamente nada.

En 1774, Goethe publicaba Las desventuras del joven Werther. El protagonista de esta novela, un joven y sensible artista, deprimido porque su amada había contraído nupcias con otro hombre, decide suicidarse. Vestido con un pantalón amarillo y una chaqueta azul, se dispara en la cabeza y muere. Uno de los primeros libros en convertirse en una novela de culto, el texto motivó igualmente lo que se conocería más tarde como “efecto Werther” o suicidio en copycat, dado que luego de su publicación, se registró una ola de suicidios que imitaban al del joven Werther. El concepto de copycat se aplica hoy tanto a los suicidios como a crímenes modelados por eventos anteriores que han sido o bien reportados por los medios o bien relatados en contextos de ficción.

Es la noción de apropiación la que en este caso une a ambos creadores.

 

En el monte de los fantasmas de la cultura

Más allá de estos ejemplos que duplican o se apropian de identidades y conductas ajenas a lo largo de la historia, el concepto de “apropiación” ha jugado un importante rol en las estéticas del siglo XX. Se trata del uso de elementos preexistentes a fin de realizar nuevas obras. El dadaísmo, por ejemplo, trabajó ampliamente con “material encontrado”. Paradigmáticas serán obras de Marcel Duchamp como la Fuente o LHOOQ (la irreverente Gioconda de Da Vinci a la que se han adosado bigotes). Pero también harán uso de esta estrategia John Heartfield con sus collages fotográficos, Hans Arp, con sus poemas encontrados o Tristan Tzara con sus composiciones hechas en base a palabras “déjà faites”, entre muchos otros. A lo largo del siglo, las experiencias de apropiación se multiplican con el détournement situacionista, los cut-ups de Brion Gysin y William Burroughs, la utilización de sonidos encontrados por parte de John Cage, la poesía conceptual, por ejemplo, a partir de la noción de “uncreative writing” de Kenneth Goldsmith.

Desde las artes visuales, a partir de los años 60, el pop art hace profuso uso de la apropiación. Andy Warhol la adopta como piedra fundamental de su estética en sus famosas latas de sopas Campbell o en sus cajas de jabón Brillo. Estas últimas lo llevaron al crítico Arthur Danto a señalar  su papel revolucionario a la hora de definir al arte: si estas piezas son idénticas a objetos reales fuera del campo estético, ¿qué es lo que determina que unas sean artísticas y otros no?

Los ejemplos de apropiaciones se continúan en las décadas siguientes. En los 80, Sherri Levine presenta un conjunto de fotografías que consisten en el mero hecho de re-fotografiar piezas realizadas por otros fotógrafos. Por ejemplo, en sus obras After Walker Evans o After Edward Weston. De igual manera, Jeff Koons expone copias de grandes dimensiones de juguetes inflables o personajes de comics a manera de esculturas o Richard Prince re-fotografía imágenes de cowboys provenientes de avisos de Marlboro.

En cuanto a las performances, The Eternal Frame, por ejemplo, llevada a cabo por el colectivo Ant Farm, en 1975, consistió en la reconstrucción de un evento histórico, el asesinato de John F. Kennedy, a partir de la meticulosa copia del mismo tomando las imágenes de los medios (concretamente, el film Zapruder). La acción tuvo lugar en la Plaza Dealey (Dallas, Texas), lugar en el que en 1963 dispararon al entonces presidente, que viajaba junto a su esposa en un descapotable. Luego de haber ensayado sus movimientos, los performers se dirigieron allí en un Cadillac idéntico al que conducía a los Kennedy. El automóvil llegó al punto exacto en el que había tenido lugar el atentado y los artistas comenzaron a jugar sus roles. Jackie se subió al baúl del vehículo mientras JFK se contorsionaba bajo los impactos de bala. De esta manera, el hecho histórico volvía a acontecer ante la mirada de imprevistos espectadores (turistas, viandantes), testigos accidentales esta vez de la performance, atónitos por lo que estaba sucediendo ante sus ojos.

En 2001, por su parte, la performer estadounidense Andrea Fraser, desde una óptica feminista, apunta a una crítica de las instituciones del arte con su performance "Kunst muß hängen" (El arte debe colgar). Aquí, re-actúa el infausto y extemporáneo discurso pronunciado en estado de ebriedad por el provocador artista alemán Martin Kippenberger, en ocasión de una cena celebrada en homenaje de un amigo. Fraser memoriza el discurso (en alemán) al que re-actúa palabra por palabra, repitiendo cada uno de los ampulosos gestos del artista borracho. La performer busca cuestionar a partir de esta apropiación nociones como las de autenticidad y originalidad en el campo del arte. En sus obras, la línea entre ser y actuar, imitación y naturalidad aparece borrada. A su vez, en este trasvestimiento de géneros, comenta desde el feminismo el rol estereotipado artista masculino moderno y las expectativas sociales en cuanto a su  libertad, rebelión y toma de la palabra se refiere.

Desde la música, David Byrne y Brian Eno utilizaron en los años 80 material de audio encontrado (grabaciones de campo, canciones devocionales capturadas en diferentes partes del mundo, música folk) para componer su disco My Life in the Bush of Ghosts (Mi vida en el monte de los fantasmas). De hecho, el mismo título del libro responde a material encontrado, en este caso, al título de un libro escrito en 1953 por el autor nigeriano yoruba Amos Tutuola que describe una serie de actos de posesión  al que el protagonista se ve sujeto mientras intenta escapar de la esclavitud.

En la literatura, la estrategia de la reescritura ha sido también profusamente utilizada. Numerosos escritores han trabajado a partir de esta idea.  En 1941, Jorge Luis Borges publica su cuento Pierre Menard, autor del Quijote. Pierre Menard es un escritor de segunda línea cuyo mayor logro fue escribir los capítulos noveno y trigésimo octavo de la primera parte del Quijote, y un fragmento del capítulo veintidós iguales, palabra por palabra, a los de Cervantes. Sin embargo, sus textos no son una copia de los mismos. Menard buscó, por el contrario, identificarse con Cervantes a partir de diferentes instancias como "saber el español, recuperar la fe católica, guerrear contra los moros o contra el turco, olvidar la historia de Europa entre los años de 1602 y de 1918". En una carta dirigida a un crítico literario, Menard cuenta los avatares que atravesó a la hora de escribir su Quijote. El crítico, por su parte, al enfrentarse con la obra de Menard, la considera incluso muy superior a la versión de Cervantes por ser menos obvia, más sutil e infinitamente más rica que el texto originario.

En este texto, Borges reflexiona sobre temáticas como la identidad fija de un texto o la autoría original. El Quijote se constituía desde el comienzo como un texto paradigmático. ¿Quién lo escribió realmente? ¿Miguel de Cervantes? ¿Un historiador musulmán? ¿Un traductor bastante mentiroso y poco fiable? ¿Se trata de un texto apócrifo? Dejando atrás la ilusión metafísica de una verdad de los textos, Borges concluye que toda escritura no puede ser sino una reescritura.

La estrategia es retomada desde la poesía conceptual. En 2003, el poeta Kenneth Goldsmith presenta su obra Day (Día) que consiste en la transcripción palabras por palabra, del New York Times del 1 de septiembre de 2000: “El viernes del 1 de Septiembre de 2000, comencé a re-tipear el ejemplar del NewYork Times palabra por palabra, letra por letra, desde el costado superior izquierdo hasta el costado inferior derecho, columna por columna, página por página”, comenta Goldsmith, quien en su transcripción no realiza diferencia alguna entre artículos, editoriales, publicidades, homogeneizando todo a nivel gráfico y tipográfico.

A partir de esta idea, realizará igualmente su Trilogía Americana Traffic, The Weather, y Sports. Esta última parte, por ejemplo, consiste en la desgrabación de la emisión de radio de un partido de baseball entre los New York Yankees y los Boston Red Sox. Este partido, el más largo que se tiene registrado, duró casi nueve horas. Goldsmith lo transcribe preservando cada enunciado, cada vacilación de los relatores, así como los anuncios publicitarios de la transmisión original.

 

 Yo soy yo (pero no puedo probarlo)

En su libro Palimpsestos, editado a comienzos de los 80, Gérard Genette estudia desde la teoría literaria la transtextualidad. Centrándose en la noción de  hipertextualidad entre un texto B (llamado hipertexto) y a un texto A (llamado hipotexto), que es anterior a B, y del cual se puede decir que parte éste último, Genette plantea diferentes posibles relaciones entre ambos como por ejemplo, la transformación (que a su vez puede adoptar las formas de parodia, travestimiento o trasposición), la imitación (que puede darse en forma de pastiche, caricatura o continuación) y la intertextualidad ( a partir de la cita, plagio o alusión).

Llámense con los términos planteados por Genette; llámense collages, detóurnements, cut-ups, cultural jamming, todas estas apropiaciones de sentidos preexistentes, ¿se instauran como homenajes?, ¿se trata directamente de hurtos?, ¿son motivados, como plateaba Harold Bloom, por la angustia de las influencias?, ¿son acaso producto del natural comportamiento de los signos sociales desde el marco de la polifonía bajtiniana?, ¿se trata acaso de un proceso cognitivo facilitado por las neuronas espejo, tal como plantea la neurociencia?

En su ensayo Subversive Signs, de 1986, el crítico e historiador Hal Foster sostenía que un artista apropiador era un manipulador de signos. Porque de lo que se trata aquí en última instancia es de la lucha por el sentido de los signos. Igual que lo que sucedía con el Quijote de Menard, en toda apropiación, el sentido está dado por la recontextualización de los signos.

Este flujo incesante de sentidos que se metamorfosean sin cesar puede llegar a producir ansiedad y vértigo en aquellos que quieren fijar y poseer un particular significado para el mundo. Más allá de las explicaciones estéticas, epistemológicas, lingüísticas, semánticas del fenómeno, lo que subyace aquí es el tema del doble, la alteridad y el reflejo.

El tema de la apropiación se acerca peligrosamente al de la impostura y la paranoia. Aquí aparecen alteregos y fantasmas esquizoides de lo propio-ajeno y de lo mismo-otro. En este juego de signos duplicados y dobles códigos (de expectación, de lectura, de escucha), la significación se duplica, pero nunca idéntica sino bifurcada, siempre alterada, dando lugar a una serie de cuestionamientos. ¿Referencia sin referente, según planteaba Derrida? ¿Dobles de nada, al decir de Baudrillard? La apropiación nos invita a desconfiar de todo texto, de todo signo, de toda identidad; nos exhorta a recelar de todos y, muy especialmente, de nosotros mismos. “Yo soy otro”, decía Rimbaud. ¿Quién es el auténtico y quién lo copia? ¿Quién dobla a quién? ¿Existe acaso un yo original? ¿Seré yo una copia del mismo?

 
     


Publicación en esta web, 1 de marzo del 2014

 

 

salida