Así como hay caminos para los hombres y las bestias, también hay caminos para el agua. Unos, para dirigirla donde se quiere; otros, para que no vaya donde no se desea que vaya.

Acequia en una finca al final de las Oligueras

En tierras más horizontales y calmas, las acequias sirven para llevar el agua allá donde más se necesita. Pero en estos montes y planos asolados por repentinas riadas actúan más bien de cauces para que las aguas que caen del cielo se agrupen y se quiten de en medio antes de que causen algún mal.

Claro que en este género de construcción, como en todos, hay artífices hábiles y otros no tanto, y se ven enormes diferencias en el trazado de los cauces y puentes.

Acequia en una finca que da sobre el Rec de Palau

En un valle cerca del pie de la Muntanya Negra pude ver cómo se alineaban los huertecillos a ambos lados de un formidable cauce para las aguas torrenciales que cada lluvia debe desatar.

A veces, estos caminos del agua traman redes complejas que se extienden a lo largo de centenares de metros. 

Un detalle del campo anterior

Y en ocasiones, toda una acequia puede alzarse y caminar...