Escaleras
En este universo vertical, de montes empinados y no obstante convertidos en terreno de cultivo, gracias a las terrazas; en este mundo esforzado de desniveles constantes se ha preservado, sin embargo, un mínimo de comodidad para el hombre.
El agricultor o los recolectores disponen de un sinfín de diminutas escaleras para ganar acceso los bancales. Mirad aun hoy cualquier ladera aterrazada y podréis descubrir, medio ocultos por la maleza, unos pocos escalones que salvan el desnivel. Descubierta una escalera, no hay más que levantar la vista para entrever otra, y la siguiente: van trazando un camino hacia arriba, pero nunca enfiladas, nunca tendidas a hilo, sino con caprichosos movimientos laterales.
Sucesiones de escaleras
salvan las terrazas Vemos escaleras que van desde las más pequeñas (de
tres escalones, como aquellas de las que afirmaba Pla que eran una
monada) hasta las más elaboradas: siete o más escalones. Normalmente las más
elementales son frontales, con los escalones paralelos a la línea de la terraza, pero
cuando hay que salvar un desnivel mayor se hacen laterales. Algunas, en ocasiones, giran
en medio del camino.
Las huellas de los peldaños (el lugar donde se posa el pie) están formados por losas planas, mientras que las contrahuellas (o partes verticales) las forman una acumulación de estratos pétreos, a excepción de la superior, la que desemboca en el plano, que puede constar también de una sola losa.
Sí: esta zona del Alto Ampurdán es el paraíso de las escaleras. Pero quien creyera que la única forma de salvar los desniveles es esta indentación progresiva de la vertical, erraría por completo...
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