Cartografiar el alma

José Antonio Marina recurre a los diccionarios para analizar los sentimientos

 

José Antonio Millán

 

 José Antonio Marina, y Marisa López Penas, Diccionario de los sentimientos.
Anagrama. Barcelona. 1999. 470 págs.

 

 

José Antonio Marina sigue trazando su ambiciosa construcción intelectual, y ahora le ha llegado el turno a las emociones humanas. Para estudiarlas ha utilizado un recurso con mucha tradición: el distanciamiento. Igual que Montesquieu se travestía de persa para mejor opinar sobre sus contemporáneos, el tándem Marina/López Penas se encarna en un extraterrestre al que le han asignado la tarea de aprender "todo lo que pueda acerca de cómo sienten los humanos, utilizando sus diccionarios".

Usar la vía lingüística para acceder al interior de la psique de los hombres es algo no solamente ventajoso, sino probablemente imprescindible: ¿dónde se construyen y se reconocen los movimientos interiores si no es en la lengua? Pero, ¿por qué usar el diccionario, cuando no deja de ser un artefacto de segundo nivel?. Es decir: un humano abrigará el deseo de que otro le ame y considerará la probabilidad futura del hecho, y él mismo, u otro, usará esperanza para referirse a ese estado; la palabra fructificará en incontables labios, se remansará en cartas, poemas o novelas y al final caerá en las redes del lexicógrafo. Éste sistematizará, con mayor o menor acierto, los distintos sentidos o matices que hay en el término. A falta de un rastreo por los usos reales de las palabras en diferentes épocas (tarea gigantesca, incluso para los incansables Marina y López Penas) la definición de los diccionarios puede ser, efectivamente, una vía alternativa de acceso a su uso.

Usbek, el extraterrestre de Marina, se ha centrado en los humanos que hablan español, aunque su intención sea conocer los sentimientos de todos los hombres, sean de donde sean, hablen lo que hablen, y de cualquier época. Marina ha hecho una excelente elaboración del complejo campo semántico de los sentimientos en el español contemporáneo, muy sutil y acertada, aunque sus rastreos en el tiempo corren el riesgo constante de mezclar testimonios de situaciones sociales e históricas muy diferentes. Son más desiguales --por asistemáticas y a veces caprichosas-- las calas en otras lenguas, con frecuencia exóticas (y que los autores forzosamente conocen de segunda mano), las referencias a pensadores o escritores (de Safo a Tomás de Aquino o Nietzsche) o los complementos de bibliografía psicológica o antropológica. No importa: el trabajo semántico realizado sobre el amplio léxico español actual de los sentimientos es realmente excepcional.

La obra puede leerse como un ensayo (el informe de Usbek a sus arcanos patronos), o consultarse a través de los excelentes "mapa léxico" e "índice temático". El primero permitirá, por ejemplo, entrar por la tribu de "sentimientos negativos contra lo que obstaculiza el deseo" que lleva al clan Enfado ("la percepción de un obstáculo, ofensa o molestia leve, pasajero y/o injustificado provoca un sentimiento negativo de irritación") y de ahí a los términos berrinche o cabreo. (Las etiquetas de parentesco son simples artificios de agrupación).

 

Para un recorrido de cuatrocientos años de análisis lexicográfico de la desesperación, véase La entrada desde el índice temático permitiría localizar desesperación en el clan Desesperanza ("La creencia de que algo que deseamos no sucederá provoca un sentimiento negativo"), que se encuadra en la tribu "Experiencias derivadas de una evaluación negativa del futuro". El clan hermano es Desconfianza, donde habitan la escama, el recelo y la sospecha. El índice agrupa unos 500 términos: de abandono a zozobra, pasando por desprecio y regodeo. A lo único a lo que no se puede acceder desde él es a los sentimientos que carecen de nombre, como la "falta de tristeza por el bien ajeno merecido" (por supuesto la "falta de tristeza por el mal ajeno inmerecido" es insensibilidad). Y de esta forma matizada y minuciosa el extraterrestre de Marina va poniendo orden en la selva de los sentimientos humanos.
Publicado originalmente en El País, en marzo del 2.000
Última versión, 17 de mayo del 2000

 

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