Sobre
Hamlet en la holocubierta

Darío Villanueva

Darío Villanueva

Introducción de la autora
Palabras de la traductora
Artículo de Joaquín Rodríguez

Barcelona, Paidós, 1999.
320 págs.
2.800 pta.
colección Paidós Digital
para pedirlo

La página web sobre Hamlet on the Holodeck, con multitud de enlaces interesantes, está en: http://web.mit.edu/jhmurray/www/HOH.html

La página web de Susana Pajares Tosca, dedicada al hipertexto y a la cultura digital, está en: http://www.ucm.es/info/especulo/hipertul/

 

Este libro surge de la experiencia de Janet Murray, que entró a trabajar como programadora de sistemas en IBM allá por los años sesenta en tanto no conseguía una beca para doctorarse en literatura inglesa. Alcanzado este objetivo académico, se incorporó al "Laboratorio para la tecnología avanzada en Humanidades" del MIT donde ya profesaba Nicholas Negroponte. La holocubierta a la que se refiere el título procede de la serie televisiva Star Trek, en cuyas estaciones espaciales existe una máquina de fantasía universal abierta a una programación personalizada para entretenimiento de los ciudadanos de la Federación de Planetas Unidos. Algo muy semejante a lo que habían descrito ya, como aparatos abiertamente alienadores, dos de los Julios Verne del nuevo milenio, Aldous Huxley (recuérdese el "sensorama" de Brave New World, 1932), y Ray Bradbury, quien en Fahrenheit 451 (1953) introduce lo que a Janet Murray le parecen unas "holocubiertas primitivas". En ambos casos, la sociedad de referencia se caracteriza por la prohibición de los libros, y quizás por ello la autora de este ensayo se cura en salud, alineándose en el grupo de los bibliófilos. No oculta, con todo, su decepción con la literatura posmoderna, escrita a modo de palimpsesto, y su rechazo hacia los teóricos académicos que la reducen "a un sistema de símbolos arbitrarios que no apuntan hacia ninguna parte que no sean otros textos" (página 282). Nos recuerda también que Shakespeare no escribió ningún libro, sino que fue autor en un medio "colaborativo" como el teatro, dando vida a sus personajes de acuerdo con las posibilidades de su grupo de actores para los que era modelo inmediato la commedia dell'arte italiana, en la que no había texto fijado previamente, ni por lo tanto autoría definida. Lo mismo que en la literatura homérica, resultante de un proceso colectivo propio de una cultura oral que utilizaba un sistema de narrar en gran parte formulario, esquemático y recurrente.

Además, la brillante filóloga por Harvard no sólo se encontró en el MIT con la vanguardia cibernética, sino con competentísimos hackers, auténticos magos del ordenador, que entretenían sus ocios con videojuegos o con juegos de rol que, a través de los entornos informáticos MUDs (Multi-User-Domains), permitían a participantes alejados físicamente compartir un espacio virtual en Internet sobre el cual trazar historias en la que todos participaban. Para Janet Murray "la forma más habitual de juego es el agón, o enfrentamiento entre oponentes, y también es la forma narrativa más temprana" (página 157). El fundamento lúdico del arte, de la literatura, de la ficción y la "voluntaria suspensión del descreimiento", explícito tanto en Schiller como en Coleridge y atribuído a la condición humana más genuina por Huizinga, avala la apasionada defensa de que estamos asistiendo a la "época incunable de la narrativa digital" (página 41), cuya estética se fundamenta en los placeres proporcionados por "historias participativas que ofrezcan una inmersión más completa, actuación satisfactoria y una participación más sostenida en un mundo caleidoscópico" (página 261). Con ello se consolidará un nuevo género, el ciberdrama, que no será la transformación de algo ya existente "sino una reinvención del propio arte narrativo para el nuevo medio digital" (página 280).

La pregunta clave en este libro es si será posible un ciberdrama que evolucione desde la mera órbita del entretenimiento placentero hasta el universo eminente del arte. Para Murray, sólo será cuestión de tiempo. Se analiza también el papel del ciberautor o ciberbardo, que no será ya el emisor de un cibertexto lineal, susceptible de variaciones hermenéuticas por parte de sus lectores, sino poco más que el creador de unos fundamentos esquemáticos y unas reglas para que, sobre ellas, los usuarios elaboren sus propios desarrollos. La actuación primará, pues, sobre la autoría, y estas nuevas manifestaciones carecerán de la fijación, estabilidad, perpetuación en el tiempo e intersubjetividad que hoy caracterizan a la literatura propiamente dicha.

No obstante, es cierto que estamos viviendo una transición histórica tanto para las tecnologías de la información como para la literatura y el arte. Así lo piensa Janet Murray como también, entre nosotros, Luis Goytisolo, por ejemplo. Su novela Mzungo se presentó en 1996 como un texto narrativo tradicional que, sin solución de continuidad, acababa introduciendo a sus lectores en el mundo del video interactivo, pues en el disco CD-Rom adjunto al libro, los personajes, su espacio, el paisaje y el mundo de su aventura se transforman en imagen, sonido y color. Luis Goytisolo, que confesó haberse sentido, al acabar la serie Antagonía, un novelista cabal, desde los años ochenta considera seriamente la posibilidad de ser "un dinosaurio en vías de extinción".

Publicado originariamente en El cultural, diciembre de 1999
Este artículo es © de su autor
 

 

 

 

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