Los tres pies de Eco

Una colección de escritos menos mínimos de lo que parece

 

José Antonio Millán

Umberto Eco.
Segundo Diario mínimo.
Traducción de Helena Lozano Miralles
Barcelona. Lumen. 1994

Equiana

La búsqueda de la lengua perfecta
Segundo diario mínimo
Kant y el ornitorrinco
El péndulo de Foucault

 

Para festejar el sesenta cumpleaños de Umberto Eco, Luciano Berio le ha dedicado un poema que acaba de aparecer en la London Review of Books. La revista británica lo publica sin traducirlo, lo cual habría resultado sin duda complicado, porque Berio ha escogido un registro abiertamente joyceano: en las dos primeras líneas se desliza tranquilamente entre tres lenguas: "run! Umberto riverrun: / dagli apografi intercatattici alle filles goleuses".

Esta "Proesia" refleja bien el espíritu festivo del círculo en que se mueve Eco... y de él mismo, bien patente en sus Diarios mínimos. La conjunción de ingenio, cultura, agilidad para habitar la paradoja, y el aprovechamiento de cualquier tema, aun los aparentemente nimios, son las características de estos escritos de origen disperso. Naturalmente, la capacidad de observación y la penetración en los signos que encarnan las cosas (es decir, la habilidad semiótica) dotan a estos textos de un atractivo y una ligereza poco comunes. Tras los brillantes ejercicios de lectura de lo coetáneo de Roland Barthes o de este Eco mínimo, sorprende un poco que la literatura contemporánea (salvo excepciones como el sorprendente Nicholas Baker) hayan desdeñado este camino.

Leer a Eco describir las torturas de la comida en el avión la estrechez del continente, el inverosímil contenido: esos guisantes que nunca podrá pinchar el tenedor de plástico no sólo es profundamente divertido, sino que además enlaza con una saludable tradición de crítica de la modernidad. Lo mismo podría decirse del relato de las vicisitudes de la recuperación de un carnet de conducir robado, o la "Conversación en Babilonia", en que Uruk y Nimrod comparan las habilidades de sus esclavos escribas en el más puro estilo de los usuarios de informática.

Conviene recordar aquí que el primitivo "Diario mínimo" fue una sección que Eco comenzó en 1959 en la revista Il Verri, y de ella nació la recopilación de ese mismo nombre. Este Segundo Diario mínimo reúne escritos que comparten el tono y la variedad de los primeros. Esto significa que uno puede encontrarse prácticamente cualquier cosa. Por ejemplo: los deliciosos informes de lectura, en que anónimos eruditos explican a un editor sus razones para no publicar la Biblia o el Quijote. O "Estrellas y astros", toda una novelita que, en clave de ciencia ficción, satiriza las dificultades de un mando militar unificado, tipo OTAN.

Una sección final está dedicada a los juegos de palabras y de ingenio (llevando así al límite los problemas de la traductora, que los resuelve con brillantez). Hay de todo: desde construcciones a lo Queneau, a la propuesta de una Facultad de Trivialidad Comparada, con un Departamento de Tripodoscopia Felina (o arte de buscar tres pies al gato)... Un juego consiste en fundir el nombre de dos autores y de dos de sus obras: Fiodor Tolstoyevski, Guerra y castigo; o alterar el nombre y en consecuencia el título: Marguerite Durex, El amante previsor. También está el género bautizado como "¿Qué tal?": cómo responden distintos personajes a esta pregunta: D'Alembert y Diderot, "No se puede decir en dos palabras", o Daguerre: "Se lo revelaré".

Muchos de estos juegos tienen una autoría colectiva: el grupo de amigos y contertulios de Eco, pero en todos brilla el estilo inconfundible del "panciobarbuto semiplotinico", como Berio (¿cariñosamente?) califica al profesor de Bolonia.

[Publicado en El País en algún momento de 1995]

 

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