Las nuevas funciones del editor

José Antonio Millán

 

 

Fragmento de mi trabajo publicado en:
La representación del conocimiento en Internet, Lluis Codina y Magda Polo (eds.)
Temes de Disseny, nº 18, Barcelona, Elisava Edicions, 2001, 3.600 ptas.
(texto íntegro en catalán, castellano e inglés)

Índice:

Arquitecturas de la información en Internet: Ted Nelson, "El ideal Xanadu: un sistema completamente diferente"; Lluis Codina, "El diseño de la navegación en hipertextos informativos"; Cristòfol Rovira, "Herramientas de ayuda a la navegación"; Arcadio Rojo, "Procesos de diseño de la mente a la pantalla en la WWW"
Herramientas y recursos para el diseño de sitios web: Guillem Bou, "Introducción al diseño interactivo de elementos dinámicos"; Pere Freixa i Font, "Lenguajes, guías de estilo, herramientas y diseño en Internet"; Eduardo Herrera Fernández, "La pantalla como nuevo soporte de la imagen de la palabra"; J. Ignasi Ribas, "Difusión cultural y comunicación audiovisual interactiva"; José Antonio Millán, "El diseño y la gestión de servicios culturales en la WWW"

 

 

Para un proyecto web cultural son necesarios el trabajo tipográfico, el cuidado del texto y la ilustración, y todos los procesos de maquetacion y edición típicos de la creación de un buen producto impreso (pongamos, una revista), hasta la llamada fase de preimpresión. Y además se exigen también –como es lógico– todos los procesos propios de la web: arquitecturas interactivas e hipertextuales, y procesos técnicos propios. Además, se requiere otro tipo de habilidades que tienen que ver con medios más calientes (como son, por ejemplo, la radio y la televisión): interacción con los usuarios, intervenciones en tiempo real, etc.

A estos requisitos de entrada deberíamos añadir una gran flexibilidad para introducir cambios y variar en función de las retroalimentaciones de los usuarios, cuyas reacciones (directas, en forma de opiniones, o indirectas en forma de lo que llamaría "el voto del clic": por estadísticas de uso) vamos a tener disponibles constantemente.

Y esto nos lleva inevitablemente a una pregunta: ¿qué tipos de profesionales son los que van a poder pilotar mejor estos proyectos?; ¿de dónde saldrán?

La respuesta debería venir a través de la definición de qué son estos proyectos. Quizás por deformación profesional (aunque creo que sólo por realismo) creo que los proyectos web –por lo menos los culturales– son básicamente proyectos editoriales. O, dicho de otro modo: si se parecen a algo del mundo anterior, se parecen más a los proyectos editoriales (revistas, edición de libros) que a otra cosa. Y precisando aún más, serían algo así como el cruce de una editorial de revistas con una pequeña emisora de televisión. Lo que no son, nunca, son proyectos informáticos (aunque hagan uso de medios informáticos), ni de márketing (aunque la atención al usuario y su fidelización sean con frecuencia objetivos claros).

Son proyectos de comunicación, si queremos ser más generales, que hacen uso de habilidades que han estado históricamente ligadas al mundo editorial y de los medios de comunicación, así como de otras habilidades nuevas y, lo que es más, en constante cambio.

¿Qué tiene que saber el responsable de uno de estos proyectos? Tiene que tener un modelo del usuario del sitio web: de sus expectativas y habilidades. Tiene que conocer los contenidos y servicios que quiere divulgar, y saber plasmarlos con los medios técnicos a su disposición. El editor de los últimos años era una persona que conocía a su público; que podía trabajar con sus autores para sacar lo mejor de ellos y ponerlo de la forma más accesible para sus lectores; que podía plantear gráficamente el interior y el exterior de una publicación (solo, o en colaboración con profesionales) para que mejor cumpliera sus objetivos; que sabía de medios de producción lo suficiente como para lograr objetos duraderos, bellos, y dentro de sus presupuestos; que conocía los mecanismos de comercialización y promoción de su producto, y que estaba atento a los cambios en el mercado y a la recepción de sus obras.

Mutatis mutandi, todo esto es lo que se debería pedir del gestor de un proyecto web. Si el editor sabía de fuentes tipográficas, gramajes de papel, calidades de offset y tipos de encuadernación, el gestor web deberá saber de XTML, gifs animados y applets java. Si el editor trabajaba con estadísticas de venta y de ahí extraía conclusiones y modificaba programas de edición, el gestor web deberá analizar estadísticas de acceso. Si el editor trabajaba con papeleros e impresores, el gestor web tendrá como interlocutores a programadores y proveedores de alojamiento de web. Si el editor sabía de gestión de derechos de autor en las publicaciones, el gestor web intentará saber de derechos de autor digitales. Si el editor organizaba campañas publicitarias y editaba folletos, el gestor web organiza metatags e intercambia banners ...Y un largo etcétera.

Me detengo aquí porque observo que estoy usando una perífrasis algo compleja ("el gestor web") para aludir a la persona que encabeza un proyecto. Pero realmente, es una figura profesional que aún no tiene nombre, lo que demuestra su novedad. Puede que para bautizarlo adaptemos el nombre de una figura preexistente (como cuando cogimos al piloto del mar para convertirlo en el conductor de una aeronave), o puede que creemos un neologismo ad hoc. No querría caer en una postura excesivamente nominalista, pero creo que uno de los problemas para la configuración de esta profesión es la falta de una etiqueta adecuada. En la industria multimedia hubo hace pocos años el intento de denominar integrador a la persona que ponía juntos todos los elementos (visuales, sonoros y de programación) que constituían una obra en CD-ROM. No me gusta especialmente el término, porque parece indicar una serie de agentes obrando autónomamente, y luego una simple labor de cosido, en vez de la tarea integrada de concepción y desarrollo que implica un puesto así.

El gestor web (o como acabe llamándose), pues, concebirá (si es autónomo) o creará para su cliente el proyecto del sitio web, con sus materiales y servicios. Evaluará los costos de creación y mantenimiento. Para la puesta en marcha, llamará a diseñadores gráficos y de navegación (que ójala coincidieran en la misma persona), a programadores y a proveedores de alojamiento. Y por último, para colaborar con él (o ella) en el trabajo diario, debrá seleccionar a personas que cubran básicamente dos flancos: el de contenidos y el técnico. Normalmente, los responsables o elaboradores de contenidos deberá formarlos especialmente, a partir de personas ya con experiencia en la gestión de contenidos, aunque sea en otros medios (editoriales o audiovisuales). Los colaboradores técnicos debe ser gente que provenga ya del medio web, a los que normalmente sólo pedirá además flexibilidad y adaptabilidad a las muchas demandas que se pueden plantear en un proyecto cultural.

El problema, tanto para la elección de colaboradores en el área de los contenidos,como para el mismo papel de gestor web, es que el medio editorial no ha venido teniendo (en España) una formación profesional normalizada. Era una actividad que se seguía aprendiendo como en la Edad Media: uno entraba de aprendiz (llámese corrector, o lo que fuera) en una editorial, e iba recorriendo los escalones de la organización, hasta acabar desembocando (si se tenía suerte) en la dirección. Sólo recientemente empiezan a aparecer másters u otros tipos de estructuras de formación orientadas a la edición. Pues bien: lo que haría falta para crear profesionales de la web sería una formación editorial clásica que se detuviera en los aspectos materiales de producción (imprentas, papel...) y se reforzara en las nuevas tecnologías de la comunicación. Asi de simple... o de complejo.

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Última versión, 29 de mayo del 2001

 

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