Caballo Nocturno contra Taiwan

José Antonio Millán

 

 

"Caballo nocturno" contra Taiwan

La supervivencia de los pueblos indígenas en el seno de poblaciones occidentales se basa con frecuencia en la venta de los objetos que fabrican. El comprador sabe qué se lleva: la pieza artesana, el objeto único que el nativo ha trabajado cuidadosamente, alternativa a nuestro mundo de objetos hechos en serie, sin cariño. Y además, cuando uno visita una reserva india y adquiere una manta multicolor está sin duda apropiándose de un fragmento de su historia, de su vida, de su tierra. ¿Sí? No siempre: el número de febrero de Art in América revela que la quinta parte de las mercancías indígenas del mercado norteamericano --un mercado que mueve 800 millones de dólares al año-- en realidad está hecha en Filipinas, Corea, o incluso (aberración extrema) en México.

La inclusión de productos elaborados tradicional, o incluso ritualmente, en el sistema de mercado crea extraños fantasmas. Uno de ellos es la misma categoría de arte, en la que artistas occidentales incluyeron, a partir de los años veinte, muchos objetos indígenas. La explotación de pinturas sagradas aborígenes realizada por galerías australianas ha sido un escándalo reciente. Pero cuando al problema de qué son esos objetos se une el de quién tiene derecho a hacerlos, la cosa se complica. Art in America relata cómo el único miembro nativo del Congreso de Estados Unidos (Ben "Caballo Nocturno" Campbell) ha sacado adelante una ley que intenta proteger la "denominación de origen". Cada artista nativo americano debe conseguir un certificado de su tribu que le acredite como "auténtico indio". La venta de mercancías que carezcan de certificación merecerá una multa de un cuarto de millón de dólares, y hasta cinco años de cárcel. El clima de paranoia que ha desatado la Ley Campbell ha terminado inmediatamente con festivales y museos de arte nativo, pero aún hay cosas peores. Una galería ha tenido que clausurar la exposición del irreprochable cherokee Jimmie Durham porque éste (por razones que él debe conocer) se ha negado a pedir un certificado a su tribu.

La gloria de la imprenta

¿En qué se parecen el Magazine littéraire, el suplemento literario de La Stampa y las páginas de libros de The Independent? Evidentemente, se supone que todos son leídos por gente cultivada. Y allá donde hay un ser atento al mundo de las letras, no nos engañemos: se esconde un autor en ciernes. Por esa razón, periódicamente florecen en esas páginas reclamos que ofrecen publicar obras, sobre todo de temas con nula salida comercial: "¡Autores!", dice uno, "déjennos publicarles su libro, de cualquier tema: religión, biografía, poesía". Algunos añaden la coda de "Bienvenidos los autores nuevos". Y hay quien ofrece incluso "Lanzamiento por catálogo, prensa, radio y televisión".

Puede que nos encontremos ante auténticos buscadores de perlas escondidas, que recurren a esta publicidad para animar a grafómanos misántropos enterrados en provincias, pero uno más bien tiende a pensar en el simple negocio de publicar ediciones costeadas --generosamente-- por el mismo autor. ¿Recuerdan en El péndulo de Foucault el maligno retrato que traza Eco de una de estas empresas? Bueno: cada uno compra como puede los cinco minutos de fama que le prometió Warhol; pero al parecer el riesgo es perder el dinero y jamás ver nada publicado. La cosa debe de ser seria, cuando en The Independent ha empezado a aparecer un anuncio ("¡Autores, cuidado¡"), costeado por una cierta Asociacion de Editores Subvencionados, que alerta sobre los riesgos a que se exponen los incautos. El mensaje es claro: compre, si quiere, su pedazo de ego, pero no se deje timar.

Enter now to win El Gordo

Con frecuencia la mirada que los de fuera dirigen sobre nosotros ilumina rincones insospechados de nuestra realidad. Un folleto en inglés sobre la añeja Lotería Nacional la convierte en una orgía cosmopolita: "¡La mayor lotería del mundo! One billion dollars". El folleto, cuyo emblema es un toro bravo que resopla feroz, lo han recibido suscriptores de revistas de información general en toda Europa. Frente a la imagen tradicional de los dependientes de una tienda de ultramarinos que se mojan su premio con champán, vemos aquí a una pareja de anglosajones canosos desplegando abanicos de dólares frente a una casa estilo Dallas. Lo realmente curioso es que esta oferta para que los europeos inviertan en nuestra lotería no proviene del ente oficial correspondiente: la carta tiene membrete de Amsterdam, el folleto da un teléfono de Canadá para pedir información, pero la petición debe cursarse a una dirección de Hong Kong.

Zanahoria buena, zanahoria mala

Cuando el urbanita occidental compra una fea zanahoria al doble de precio que otra más tersa, sólo porque lleva la etiqueta de "orgánica", está comprando la tranquilidad y la salud. Los productos orgánicos, en principio (porque ya se han detectado fraudes en ese sentido) se cultivan sin fertilizantes químicos, sino con el viejo y aromático estiércol.

Pero un artículo del británico The Independent, aparecido hace un mes, revela que estos vegetales cultivados "orgánicamente" reciben sin embargo hasta un 40% de abonos químicos, aportados directamente por la atmósfera. El estudio se ha hecho sobre unos campos en los que desde 1853 se viene controlando los nutrientes que reciben las plantas. La cantidad de nitrógeno de la lluvia se ha triplicado por causa de las emisiones de los coches, de la industria y de los animales estabulados. El abono extra que viene con el aire no sólo convierte en una utopía la hortaliza orgánica, sino que tiene otros inquietantes efectos: grandes extensiones de terreno pierden su vegetación, ya que las plantas sobreabonadas son más apetitosas para los animales, mientras especies dañinas, antes condenadas a una vida mortecina, se extienden y conquistan terrenos donde nunca antes habían sido vistas.

Aparecido en la sección "Don de Lenguas" de Babelia, suplemento de El País, 17 de abril de 1993

Sección "Don de lenguas". Aquí está todo lo que hice en ella.

 

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