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Fig. 1. Con el botón derecho en Word 2003 se accede a un pequeño conjunto de sinónimos
de lo que se considera la acepción más frecuente. Haciendo clic en "Sinónimos"
se accede a la lista por acepciones (Fig. 2, en lateral)

 

El diccionario oculto

Gloria y desaparición del diccionario
en la era digital

 

 

José Antonio Millán

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Índice

Forma de acceso
En el interior de las palabras
Más servicios
¿Dónde están las obras de consulta digitales?
Hacia el diccionario del futuro
Desaparición del diccionario
 

Puede comentar este artículo en el blog de Libros & Bitios.

Este artículo es la versión ampliada e ilustrada
del publicado originalmente en El País,
el 30 de juio del 2011

Fig. 2. La petición de más sinónimos en Word 2003
conduce a esta lista, clasificada por acepciones

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Los diccionarios son uno de los muchos objetos que han desaparecido de la mesa de trabajo de escritores, estudiantes, investigadores..., junto con los lápices, los sacapuntas y las reglas, los cuadernos y las tablas de logaritmos, sustituidos todos por un rectángulo iluminado provisto de teclado. Y esto ha ocurrido no porque hayan perdido su utilidad, sino porque las funciones que cumplían las cubren ahora digitalmente un conjunto de programas y sitios web.

Los diccionarios han servido para muchos fines: para saber el significado de una palabra (los de la lengua), su origen (los etimológicos), con qué otras podía ir (los combinatorios), cómo se integraba en una frase (los de construcción y régimen), para buscar equivalente en otro idioma (los bilingües), localizar palabras con el mismo sentido (los de sinónimos), comprobar cómo se escribían (diccionarios ortográficos), para buscar rimas y terminaciones (los inversos), o resolver problemas (los de dudas). También han informado, aparte de sobre la lengua, sobre el mundo (los enciclopédicos, ya sean generales o temáticos).

 

Forma de acceso

La tradicional barrera de entrada a la consulta de una palabra (conocer el orden alfabético) ha desaparecido en estos contextos digitales: basta pulsar unas teclas, o pronunciar en voz alta en un teléfono avanzado la palabra buscada, para que aparezca su definición ante nuestros ojos. Numerosas aplicaciones permiten consultar el significado de una palabra haciendo clic sobre ella, o tocándola con el dedo (en programas de lectura como Instapaper o incorporados a navegadores web).

 

Fif. 3. Diccionario incorporado en la aplicación Instapaper para iPhone

 

Por otra parte, en los diccionarios electrónicos más avanzados se puede acceder a una palabra desde cualquiera de sus formas, y no sólo desde el lema (infinitivo de un verbo, forma masculina singular de un adjetivo, ...). Esto acaba con la tradicional queja de extranjeros y (malos) estudiantes: "¡En este diccionario no viene condujo!".

 

Más servicios

Una función que antaño correspondía a los diccionarios, pero que ahora se oculta en los códigos del teléfono móvil o del procesador de textos, es la comprobación de la escritura (¿ahínco o haínco?).

 

Fig. 4. Al corrector ortográfico de Word 2003 no le gustaba la palabra web en minúscula

 

Muchas de las funciones de los diccionarios de dudas ahora están también incorporados a los correctores gramaticales de los procesadores de textos (¿te prevengo que o te prevengo de que?). Aunque hay que reconocer que puede ser enojoso ver el texto que vamos escribiendo lleno de alertas de colores a poco que relajemos la expresión, y por supuesto si metemos términos de otras lenguas o jugamos con las palabras. Un editor de mensajes cortos, o SMS, que normalmente se crean en un contexto informal, puede acabar siendo una pequeña tortura para quien escribe. Precisamente una tarea pendiente de estas útiles ayudas digitales es modular su presencia según el tipo de texto.

 

Fig. 5. Ante una palabra infrecuente o extranjera, el corrector ortográfico del iPhone
(en este caso funcionando en el redactor de notas)
puede proponer alernativas involuntariamente humorísticas

 

Los correctores ortográficos contienen cada vez más un conjunto importante de nombres propios (en ese sentido, prestan el servicio de comprobación ortográfica que podríamos encontrar en un diccionario enciclopédico). Nombres de personas, hitos geográficos, marcas y siglas, aparecen corregidos o sugeridos en la pantalla: ¡nunca más sufriremos al escribir Mississippi!

Y es posible incluso incluso oír como se pronuncia cualquier término. Para esta cuestión, esencial para extranjeros, los diccionarios del pasado recurrían a la transcripción mediante el Alfabeto Fonético Internacional (aún lo hacen algunos modernos como el Wikcionario o el Wiktionary), pero hoy en día numerosos diccionarios por línea pronuncian la palabra para el usuario.

 

En el interior de las palabras

Hay diccionarios en linea que permiten llegar a una palabra a través de alguno de sus componentes, por ejemplo: principios, secuencia de caracteres contenidos en su interior, o finales. Una de las posibilidades que tiene este último tipo de búsqueda es que nos facilita funciones de diccionario inverso, útil para rimas (¿qué palabras terminan como reloj?: boj y troj) o estudios morfológicos. Un buen ejemplo de estos recursos es el diccionario Clave en línea.

 

Fig. 6. En Clave: búsqueda de palabras acabadas en -valente

 

Los mejores diccionarios digitales (como el Diccionario de términos médicos de la Academia de Medicina), prsenan explícitamente estas posibilidades.

 

Fig. 7. Posibilidades de búsqueda en el Diccionario de términos médicos

 

Si lo que se vuelca al universo digital es un diccionario preexistente en papel se dan alguna paradojas. Cuando sólo existía como libro, el diccionario nada más podía consultarse por la palabra de acceso, o lema, pero es absurdo que esto siga ocurriendo en Internet. El Diccionario de la Real Academia permite leer sus definiciones en línea, pero no buscar en su interior, ¡cómo si aún en Internet fuera un libro encuadernado! Buscar términos presentes en el interior de las definiciones permite acceder a palabras que no se conocen. Supongámonos ante estas dudas: ¿hay otro nombre para el reloj de agua?, ¿y para la cadena del reloj de bolsillo? Si pudiéramos ver en qué entradas está presente reloj llegaríamos con facilidad a clepsidra y a leontina, respectivamente.

Por fortuna, ha aparecido el sitio Dirae, que permite hacer estas búsquedas en el diccionario académico. No sólo es accesible desde la Web, sino que también cuenta con una app específica para iPhone/iPad.

 

Fig. 8. Dirae permite consultar qué palabras tienen en su definición otra dada; aquí, reloj.

 

En otra obra en línea, Clave, sí que se puede buscar dentro de las definiciones. Pero ni en Clave ni en el DRAE en Internet se puede buscar conduje.

En el interior de  la definición hay otros elementos que puede valer la pena buscar, por ejemplo las marcas geográficas o de materia: localizándolas podríamos acceder a los mexicanismos, o al vocabulario de la metalúrgica presentes en un diccionario general. De nuevo, esto lo hace Dirae, aunque no la versión digital del DRAE.

 

¿Dónde están las obras de consulta digitales?

Prácticamente en todas partes, pues esa es su naturaleza. Recapitulemos:

  • en soportes locales: históricamente los diccionarios digitales aparecieron por primera vez en disquete, pero pronto sacaron partido de los CD-ROMs y luego de los
    DVD-ROMs. Estos diccionarios pueden usarse autónomamente o convocarse desde otro programa: el CD-ROM del Pequeño Larousse Ilustrado, ed. 2012, se puede llamar desde Word.

 

Fig. 9. El Diccionario de la lengua española, 21ªedición
edición en CD-ROM, Espasa Calpe, 1995;
edición electrónica del firmante de estas líneas y de Rafael Millán

 

  • en dispositivos dedicados: máquinas que sólo servían para eso: para consultar un diccionario. ¡Ni siquiera se podían exportar las consultas!

 

Fig. 10. Dispositivo dedicado Lexibook con el diccionario francés Robert;
hubo una versión para el español con un diccionario Espasa Calpe, en 1996

 

  • en el interior de un programa de procesamiento de textos: hemos visto el caso de Word
     
  • en el interior de un programa de lectura: hemos visto el caso de Instapaper
     
  • en acceso directo por línea, como el DRAE que también hemos visto
     
  • por línea, pero ligados a una determinada web: es el caso de Consumer. El programa Dixio (que permite la consulta de un conjunto de diccionarios) tiene una versión que permite ver el significado de cualquier palabra en páginas web determinadas.

 

Fig. 11. Dixio reconoce condujo como forma de conducir, y presenta las distintas acepciones
extraídas de un diccionario

 

  • por línea, pero ligados a un determinado navegador y a un complemento: por ejemplo, la barra Google para Internet Explorer

 

Fig. 12. La traduccion de la barra Google actúa como un diccionario bilingüe
sobre cualquier página web

 

  • ligado a un determinado dispositivo: por ejemplo, los casos que hemos visto del corrector ortográfico del iPhone
     
  • como programa residente en el ordenador: la persona que se lo haya instalado podrá consultar el significado de cualquier palabra que encuentre en una página web, en el correo electrónico o en cualquier documento. Es el caso de Dixio

 

Fig. 13. Palabra de un email traducida por Dixio

 

Pero hay que recordar que aún quedan importantes diccionarios que no están en versión digital (ni por línea ni local), como el del Español actual, de Manuel Seco o Redes de Ignacio Bosque. Y de otros, la mejor versión está aún en CD-ROM (como el del DRAE). Con todo ello, es posible que un estudioso acabe trabajando con dos o tres tomos abiertos junto al teclado de su ordenador, un CD metido en el correspondiente lector, y un par de diccionarios en línea abiertos en el navegador.

De todas formas, la tendencia es que los mejores diccionarios existan simultánemente en línea, en papel y en CD-ROM (como el Oxford English Dictionary), y también ahora en aplicación para teléfono avanzado. Es decir: de todas las formas en que puedan ser útiles para sus usuarios...

Además de utilizar las obras de referencia y consulta, los usuarios avanzados han aprendido a sacar partido de los buscadores. Los diccionarios escolares ilustraban palabras infrecuentes, pero hoy los estudiantes saben que para ver cómo es una babirusa basta escribir su nombre en un buscador.

Igual que los nombres propios: muchos correctores los incorporan, como hemos visto, aunque siempre se puede resolver una duda mediante un “plebiscito Google”. ¿Se escribe Gutenberg o Gutemberg?: ¡gana la primera por 26 millones de apariciones frente a 7!

 

Hacia el diccionario del futuro

Al diccionario digital le falta aún desarrollar eficaces interfaces de consulta, combinadas con programas de análisis lingüístico del contexto. Los buenos diccionarios marcan el uso de las palabras: normales, vulgares, o incluso tabú. Esto puede ser muy útil cuando uno busca sinónimos. ¿Por qué no un menú que nos exhibiera todas las posibilidades expresivas ordenadas según aceptabilidad?: haciendo clic sobre harto se desplegaría cansado, hastiado (sin marca), hasta las narices (de rosa) y luego, en rojo, otras menos aceptables. Por supuesto la aplicación habría analizado el texto para saber que usamos esa acepción de harto, y no la que tiene el sinónimo ahíto.

 

Fig. 14. Simulación de un diccionario futuro, con capacidad para reconocer el contexto
y con organización de los sinónimos por aceptabilidad

 

También podrían alertarnos automáticamente sobre peculiaridades regionales de la lengua. A un mexicano que escribiera a España se le diría que el término profesionista no se usa en ese país, y que debería usar profesional. Un español escribiendo a Argentina vería cómo se le proponían alternativas al verbo coger, etc. Las dudas de vocabulario se resolverían sobre la marcha. Al escribir "querría *** una cita" se nos propondría acordar, concertar...

 

Desaparición del diccionario

Un problema, y no pequeño, acecha en las útiles herramientas digitales de la lengua que se están creando. Por lo general los diccionarios tienen una sólida identidad: está "el de la Academia", "el de Seco", etcétera, pero ¿sabemos qué diccionario nos ayudará al hacer clic en un ordenador o en un teléfono? Muchas veces no. Será sencillamente el que juzga conveniente el fabricante del dispositivo o el creador de un programa (o tal vez el que encontró más barato, o el que era de libre uso).

Nada sabemos de la procedencia de la traducción que nos aporta la barra Google (Fig. 12), o del diccionario que utiliza el iPhone (aunque en este caso podemos rastrearlo en los créditos del aparato).

Cuando aparecen créditos a la vista, suelen estar envueltos en envuelto en tantas marcas y empresas, que no se sabrá muy bien qué es lo que se está usando. En este ejemplo de consulta de un diccionario en la web de Consumer vemos (de izquiera a derecha y de arriba a abajo):

  • logotipo del dicionario Dixio
     
  • logotipo de la web donde aparece
     
  • nombre del diccionario (Vox, un nombre bien conocido en lexicografía)
     
  • copyright de la editorial propietaria del diccionario
     
  • copyright de la empresa propietaria del programa

No está mal, no, para la consulta de una sola palabra...

 

Fig. 15. Acumulación de nombres y marcas en un tooltip de Dixio

 

En el momento en el que los diccionarios se integren del todo en los procesadores y navegadores, olvidando sus antepasados en papel, habrán conseguido su finalidad: ayudar a las personas con dificultades en su lengua o en una ajena. Pero también en muchos casos habrá desaparecido su individualidad, su autoría (corporativa o individual), que figurará, en el mejor de los casos, en la letra pequeña del Aviso Legal de un programa. El usuario que escribe o lee en un teléfono o en un ordenador tendrá una comodísima ayuda para construir una frase, para entender un texto, pero puede que nunca llegue a saber con la autoridad de quién se le brinda, ni cuántas horas de trabajo costó, ni mucho menos a quién agradecer el esfuerzo...

 

 

     


Publicación en esta web, 14 de octubre del 2011

Aunque tiene información sobre todo para los diccionarios en papel, sigue siendo valiosa nuestra Página de los diccionarios

 

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