Vida

Pues, bueno: nací en Madrid, el seis de octubre de 1954. Mi abuelo, Nicolás González Ruiz era hombre de letras. Me influyó mucho. He contado en un lugar su relación con el Quijote (y la mía).

Siempre me gustó mucho leer. Uno de mis primeros recuerdos fue el de Jim Botón y Lucas el maquinista, de Michael Ende, que me regaló mi abuelo. Alguien me robó mi ejemplar...También empecé a frecuentar las bibliotecas.

En algún momento indeterminado, temprano, descubro que el español tiene cinco vocales, ni más ni menos. Antes de los doce años, mi padre me revela que las palabras tienen historia, y me da un flash.

Entre los 13 y los diecitantos estudié con los agustinos, del Colegio San Agustín de Madrid. Las niñas del colegio de al lado cantaban. Allí practiqué el lanzamiento de peso. Inolvidable. También jugué interminables partidas de futbolín y pinball, que alguna huella me dejaron.

Tampoco se me olvida cómo en 1969 fui a ver 2.001 con mi padre y mi hermano, mientras mi madre y mis hermanas iban a ver Cabriola, de Marisol. Los tiempos eran así.

Seguía leyendo. Me gustaba mucho Bioy Casares.

Me licencié en Filología Hispánica (1975). Luego empecé a trabajar como corrector de pruebas, lo que me dio gran práctica en manejo de letras, y pude fabricar palíndromos. Las editoriales no estaban mal: los locos escribían para que les publicaras, y te visitaban tipos curiosos. Traté de vivir de la pluma, pero más de un intento me salió rana.

Por esas fechas me interesó mucho el Tarot, y cosas de esas.

En 1981 me encontré un cartel pegado en una farola de la Gran Vía. Empecé a fijarme más, y a coleccionarlos... ¡Qué cosas!

En 1987 me hice polvo una rodilla. Eso truncó una posible carrera como jugador de frontón.

Ahora estoy casado. Primero tuve un hijo, y luego otro (ahora adoran la ortografía). La presión demográfica me forzó a cambiarme a vivir a un piso más grande, en la madrileña calle de Santa Cruz de Marcenado. Buena cosecha por los alrededores...

Me gusta mucho andar. A cambio, nunca me han gustado los coches, no.

Voy con frecuencia a Cadaqués, por donde doy largos paseos. Quizás por eso, tras mucha vida en Madrid, en 1997 me mudé a Barcelona.

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